Publicado: 29 junio 2020 a las 5:00 pm
Categorías: Noticias Europa
España/28 de junio 2020/Fuente: https://sevilla.abc.es/
Las personas que sufren trastorno del espectro autista (TEA) tienden a planificarlo todo. Sólo se sienten seguros cuando pisan el terreno firme de la rutina. Es el caso de Pablo, el hijo de María Ángeles Maisanaba, que acaba de finalizar sus estudios en el centro concertado Ángel Rivière de Sevilla, especializado en alumnos con TEA. Pablo pasó antes por centros ordinarios y aulas específicas de apoyo. «Con el tiempo, sus necesidades han ido creciendo y el sistema educativo ordinario no les daba respuesta, especialmente en la etapa de Secundaria», relata.
En estos momentos, «en el caso de Pablo, creo que el centro en el que actualmente está, que es un centro de educación especial específico para alumnado con autismo, es el más adecuado para él porque se trabaja centrándose en la persona, en sus capacidades y prestando a cada alumno el apoyo que necesita. Esta manera de trabajar tan individualizada, con profesionales especializados y formados y un entorno apropiado para él, creo que no se da hoy en día en muchos de los centros ordinarios», afirma.
Esta madre matiza que su hijo tiene «altas» necesidades de apoyo. Pero, añade, las personas con TEA presentan características diferentes y, por tanto, «sus necesidades a nivel educativo son muy heterogéneas, por lo que la discusión no creo que esté entre centros ordinarios y especializados, sino en la necesidad de contar con un sistema educativo que pueda dar respuesta a las diferentes demandas del alumnado, buscando siempre la calidad, el éxito educativo y el desarrollo personal de cada alumno».
María Ángeles Maisanaba, que forma parte de la Asociación Autismo Sevilla, se muestra convencida de que las personas con TEA deben participar en los centros educativos ordinarios en un contexto de inclusión y convivencia. Sin embargo, «esto sólo puede ser un éxito siempre que se aseguren los apoyos especializados ajustados». Actualmente, «esta realidad no se garantiza en los centros ordinarios y mucho alumnado fracasa», sostiene esta madre, partidaria de la coexistencia de la escolarización especializada y la general. «Acabar con los centros de educación especial puede ser un grave perjuicio para las personas con más necesidades de apoyo».
Ruth Roldán dirige el centro de educación especial concertado de Arco- Auxilia en Sevilla, que cuenta con un equipo multidisciplinar integrado por un médico, una psicopedagoga, una logopeda, un fisioterapeuta y una trabajadora social para evaluar a niños que requieren una atención adaptada a su discapacidad. Muchos adolescentes llegan al centro «rebotados» del instituto de Secundaria, declara. «Las necesidades son tan grandes que los centros ordinarios no pueden darles respuesta», señala. «Animamos a que los niños que sean integrables vayan a los colegios ordinarios, porque para volver a nuestro centro siempre hay tiempo». Desde su experiencia de 23 años en la enseñanza de niños con necesidades especiales, ve complicada su plena inclusión. «Es inviable económicamente dotar de tantísimos recursos tan específicos a cada uno de los centros o aulas. Hay niños que precisan cuidados paliativos o que necesitan otro tipo de estímulos más sensoriales, que van más allá del aprendizaje».
Como otros niños con enfermedades raras, Ignacio empezó su periplo educativo en un colegio ordinario con clases de apoyo. Padece el síndrome de Rubinstein-Taybi ( http://www.rubisteintaybi.es), que se manifiesta con un retraso cognitivo y motor, y requiere a una persona pendiente de él. Su madre, Vanesa González, cuenta que su pareja y ella decidieron apuntarlo a un «cole específico», el Arco-Auxilia de Sevilla, porque «veíamos que no avanzaba, que se perdía». Su calidad de vida ha cambiado a mejor. «Antes tenía que ir a terapia con un logopeda, un psicopedagogo y un fisioterapeuta extra, ahora tiene todo eso en el cole, entra en su rutina de aprendizaje». Su experiencia en un colegio ordinario fue traumática. «Mi hijo sufrió acoso en el patio, pero como no hablaba no se podía defender. Los profesores no estaban pendientes de él. Se escapaba de clase porque se aburría, no podía seguir el ritmo», recuerda. «Meter a un niño dentro de un aula específica en un centro ordinario -como plantea la nueva ley- es crear un gueto. No me parece que eso sea integración».
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