¿Por qué toleramos tanta desigualdad?
Miau. El mito de la meritocracia se sostiene con “anécdotas legendarias” que buscan vencer la realidad de las estadísticas generales. A partir de tatuar esta narrativa en la mente de la mayoría de la población, la extrema desigualdad de la sociedad queda legitimada. Tal legitimidad discursiva reproduce la desigualdad, garantiza el funcionamiento de las relaciones sociales a pesar de la amplitud de las brechas y, en términos muy sencillos, evita que las personas que no tienen nada, vayan a tomar por la fuerza la riqueza de aquellos que la acaparan casi en su totalidad: evita el #BurnTheRich.
El objetivo de es narrativa meritocrática es simple: quienes están más arriba en la estratificación social, merecen estar ahí porque es fruto de su trabajo, mientras que quienes están en el fondo, son culpables de su propia situación. Como diría Weber: “La “leyenda” de todo grupo privilegiado es su superioridad natural y, si cabe, su superioridad “sanguínea”.
Cuestionar la legitimidad de la desigualdad, implica poner en duda el merecimiento de dicha distribución inequitativa. No es de extrañar que, para la reproducción de este proceso de legitimación, sea fundamental hacer creer a la sociedad que cada quien recibe lo que merece. Por eso, bajo la lógica de la narrativa meritocrática se reproducen con tanta facilidad los argumentos que, a pesar de estar tan alejados de la realidad, tratan de justificar que es legítimo este sistema.
El clásico ejemplo de justificación de la meritocracia es muy básico: dicen conocer a alguien que nació en pobreza, trabajó duro, y hoy es rico. La riqueza como simple resultado del trabajo duro. Historias míticas, de héroes y heroínas cuya individualidad fue suficiente para vencer a la sociedad desigual y la estructura que les oprime. Como muestra la imagen que sigue, compartida cientos de miles de veces en redes sociales: “una niña era muy pobre, pastoreaba en Marruecos, pero trabajó y se esforzó mucho, y hoy es exitosa funcionaria del gobierno francés”. Más allá de que la imagen es falsa y la imagen muestra a dos personas diferentes (comprobado desde hace años), que existan algunos contados casos similares es sólo una excepción a la regla; excepción que la narrativa meritocrática trata como suficiente para seguir culpando a “los pobres por ser pobres”: “¿Si ellos pudieron, por qué tú no?”.

“Si naciste pobre no es tu culpa, pero si mueres pobre, eso sí es tu culpa”, asevera otra imagen sumamente difundida en redes sociales, atribuyendo la frase a Bill Gates (no pudimos verificarlo). Esta imagen circula en páginas “motivadoras” y de “emprendedores”, en otro intento de culpabilizar a las personas en pobreza como responsables de su situación. La mentalidad de la pobreza, dice Marco Antonio Regil en una conferencia de la Semana Nacional PyME México Emprende, programa de la Secretaría de Economía durante el gobierno de Felipe Calderón. “Cómo matar tu mente pobre”, “Padre Rico, Padre Pobre”, o hasta argumentos menos desarrollados como “los ricos madrugan”, todos son ejemplos de lo anterior. En cualquier caso, la narrativa meritocrática argumenta que son “hábitos, cultura o mentalidad”, todas acciones individuales, las que legitiman la pobreza de la mayoría, y la riqueza de unos cuantos.
Pero la realidad es otra, muy alejada de dichos mitos: la mayoría de las personas nace en situación de pobreza, trabaja muchísimo, se esfuerza muchísimo, (cuando existen las condiciones) estudia muchísimo, y no llega a ser millonaria, a ser “exitosa”, “muere pobre”. Nacer en pobreza, equivale por lo general a morir en pobreza. ¿Por qué? Según la historia que nos cuentan: mueren pobres porque no hicieron “lo suficiente”.
La historia la escriben los vencedores. O los opresores. Y la narrativa que nos repiten los ricos, los vencedores, para auto-culpabilizarnos a quienes no lo somos, es sólo un conjunto de historias legendarias y mitos sin sustento real. Pero les funciona. Legitiman la desigualdad a partir de anécdotas de éxito.
La evidencia es contundente al respecto. En primer lugar, como mencionamos antes, “si naces pobre, mueres pobre”: casi 8 de cada 10 de quienes nacen en pobreza, morirán en esa situación. De hecho, de ellos, sólo 2 de 100 llegarán a ser “ricos”. Los datos son más desalentadores para las mujeres, cuando se dividen por sexo: el porcentaje de permanencia en el quintil más pobre es de casi el doble (45%) para mujeres que para hombres (23%).
Según Branko Milanovic, al menos 50% de tu ingreso está determinado por el país donde, aleatoriamente, naciste; mientras que en México otro porcentaje importante se asocia sencillamente a la región, localidad o colonia de origen. Si naciste en un hogar de Lomas de Chapultepec o en un barrio rico de EUA, es prácticamente suficiente para asegurar que morirás rico, independientemente de tus acciones individuales; mientras que nacer en Chimalhuacán o en una localidad rural del Sur de México asegurará lo contrario, también independientemente de las acciones individuales.
En segundo lugar, es importante señalar la evidencia que muestra cómo el mayor atributo de los ricos, es haber nacido rico. Aunque la narrativa meritocrática busque hacernos creer que son sus “buenos hábitos individuales los que justifican su riqueza“, la realidad es que no son “más talentosos” que el resto de la población, no “trabajan más“, no “madrugan más“, ni siquiera son “mejores estudiantes” y, en general, no hacen nada especial para ser ricos, más que eso: haber haber nacido ricos.
En tercer lugar, está el tema específico de los multimillonarios: esos casos legendarios de éxito que nos tratan de vender, de hecho, son sólo el resultado de al menos tres grandes procesos:
1) Los multimillonarios se benefician de grandes herencias, riqueza acumulada por sus antecesores, a la cual mucho países no cobran grandes impuestos. De hecho, aunque éste es un impuesto clásico en países del norte global o de la OCDE, cada vez son más los que lo eliminan o bajan sus tasas impositivas. México tuvo un impuesto al respecto, instaurado en 1926 y eliminado en la década de los años sesenta. En total, al menos 14 de los 17 multimillonarios mexicanos en la lista de Forbes han heredado grandes riquezas.
2) Los multimillonarios se benefician de mercados poco competitivos: esta es una de las llamadas “fallas del mercado” y es indeseable aún según la teoría económica ortodoxa / neoclásica. La totalidad de multimillonarios en México en Forbes participan con sus empresas en mercados altamente concentrados. De hecho, en numerosas ocasiones, han sido investigados o multados por la autoridad encargada de regular la competencia económica en el país (COFECE).
3) Los multimillonarios se benefician de privilegios fiscales y pocos impuestos, privatizaciones y compadrazgo con el gobierno y del erario. Más de la mitad de los integrantes de esta lista de Forbes se han beneficiado con concesiones mineras, carreteras, portuarias, televisivas o de otro tipo de telecomunicación. Destacan los casos de Salinas Pliego y Carlos Slim, los dos hombres más ricos de México, quienes se beneficiaron de privatizaciones con gobiernos del PRI, fueron intocables durante los gobiernos del PAN, y que hoy en día son grandes contratistas del gobierno de MORENA: empresa de Slim se beneficiará del tramo 2 del Tren Maya, mientras que el Banco Azteca, de Salinas Pliego, distribuye actualmente gran porcentaje de los programas de bienestar.
En conclusión, si en realidad no es justificable la riqueza de quienes están en la cima de la estratificación social, y tampoco la mayoría es culpable de “nacer pobres y morir pobres”, ¿por qué toleramos la desigualdad tan extrema?
La desigualdad en la sociedad es ilegítima. Esto debe ser justificación suficiente para exigir activamente más igualdad. Exigir más impuestos progresivos, para los ricos, más socialización de las ganancias de los medios de producción, más gasto redistributivo, más igualdad. Ese es en parte el objetivo último de nuestro proyecto.
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