Educación a distancia: oportunidad y desigualdad
Por Viviana Islas Mendoza
La suspensión de clases presenciales fue de las primeras medidas que se tomaron en nuestro país al inicio de la pandemia. A diferencia de la reactivación de otras actividades ésta medida prevalecerá por lo menos hasta que el semáforo sanitario no avance al color verde.
Ante el escenario adverso, en días recientes hemos visto la culminación del ciclo escolar 2019-2020. Lo anterior, se logró gracias al esfuerzo de profesores y alumnos, acoplándose a la educación a distancia en donde la tecnología fue la protagonista, sumado a un acelerado calendario escolar.
En el nivel básico se puso en marcha el programa “Aprende en casa”, dónde los contenidos fueron transmitidos por radio y televisión y en algunas zonas se apoyaron del internet vía Whatsapp o correo electrónico; a nivel medio superior y superior las clases fueron totalmente en línea por diferentes plataformas digitales.
Aunque la modalidad a distancia es una alternativa para garantizar la universalidad de la educación, quedó demostrado que la brecha aún es larga. El uso y acceso a las tecnologías fue el principal desafío. Se pensaría que en la actualidad todos los mexicanos tienen un televisor en casa, la realidad es otra, el 10% de los hogares no cuenta con uno de ellos, aunado al uno por ciento que carece de luz eléctrica. Así mismo, el 57% de los mexicanos no cuenta con una computadora conectada al internet. Respecto a la familiarización con la modalidad de trabajo en casa, según la consultora Valora, en promedio, la mitad de los docentes lo consideró muy difícil, este porcentaje se acrecentó al 70% en el sur del país.
Se saben de casos aislados, que con el fin de que los alumnos continúen sus estudios, profesores rurales llevaron las tareas a sus comunidades. Otro ejemplo, es el de la Universidad Autónoma Metropolitana quien entregó tabletas con acceso a internet a los estudiantes que solicitaron el apoyo. Pero no todos corrieron con esta suerte, hay quienes se quedaron en el camino.
Aun cuando la obligatoriedad de la educación en todos sus niveles está consagrada en la constitución, el reto sigue siendo su acceso y permanencia. La pandemia no cesa, y tal parece que el próximo ciclo escolar será en modalidad híbrida, continuarán quienes tengan los medios necesarios en casa, incluidos padres que los asesoren. Sobre la calidad del aprendizaje en otro espacio lo abordaremos.
Queda claro que en un país donde la mitad de sus habitantes son pobres, la educación más que un derecho humano sigue siendo un privilegio.
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