La educación en tiempos de pandemia
Por: Alicia García Tuñón
Después de más de 100 días de aislamiento y de la suspensión de las clases virtuales, este viernes 17 de julio termina el primer cuatrimestre de clases. Es tiempo de pensar -o repensar- algunas cosas que sintieron docentes, estudiantes y familias.
Ya se escribió bastante sobre el incumplimiento del Gobierno de Larreta al fallo del Juez Gallardo en cuanto a proveer de computadoras y de internet libre a estudiantes y docentes. Sigue habiendo cientos de pibes a los que se le niega el derecho social a la educación. También sobre la entrega de canastas alimentarias, pobres, escasas, en la semana en la que más contagios hubo en el AMBA. El gobierno sigue sin querer resolver el tema entregando tarjetas alimentarias como piden las comunidades y les legisladores del Frente de Todes.
Les docentes tuvieron que reinventarse, buscar estrategias y generar vínculos con les pibes de formas muy diferentes para los que nadie les había preparado. Sabemos que la pandemia no pidió permiso y nos hizo cambiar todo lo que hacíamos cotidianamente, pero el gobierno de la Ciudad se jactó desde el comienzo de tener todas las condiciones para que las clases se siguieran sosteniendo.
Pero las clases se sostuvieron con el esfuerzo, el cuerpo y la psiquis de les docentes. El nivel de agobio y de estrés invade a muchisimes trabajadores de la educación. En principio por tener que pensar en otra forma de llegar a les estudiantes pero, también por las idas y vueltas del sistema. Mails de las conducciones a cualquier hora, respuestas de les pibes también, familias que además de usar el grupo de Whatsapp evacuaban sus dudas en forma personal. Actividades y comunicaciones con varios cursos, alumnes y cada escuela con su modalidad. Esto impactó, sobre todo, en les profesores del nivel medio y terciario. Testimonios de docentes, estudiantes y madres intentan expresar parte de lo que vivió la comunidad educativa.
Eugenia, una profesora del nivel medio dice: “No habíamos tenido tiempo de conocer a les alumnes y vino el aislamiento. Al principio fue muy desprolijo, con marchas y contramarchas: mails, aula virtual, ‘Classroom’, ‘Mi escuela’, nadie sabía qué teníamos que usar”. Por otro lado, comentó: “Tuvimos que rastrear a les pibes ya que no teníamos ni sus correos ni los Whatsapp. Y mientras hacíamos eso, mandar actividades. Todo fue muy caótico”.
En algunas escuelas primarias comenzaron pidiendo que usaran la plataforma “Mi escuela” o “Edmodo”. Después que era mejor hacer un zoom con les niñes, después dos, una a la mañana y otra a la tarde para les que no pudieron estar, y llegaron a pedir 4 zoom semanales con cada grado. Todo esto con un nivel de demanda que iba variando según la conducción o según las exigencias de algunas familias, que pretendían reemplazar el aula por el zoom diario.
“No puede ser que pongan una cosa, después otra, nos cambian todo el tiempo las planillas o la forma de hacer. No tienen idea del laburo que da esto, me agarró un dolor de cabeza terrible buscando las evaluaciones conceptuales de cada profesor en cada curso, ya estoy re podrida. Te mandan los mails como gritándote y retándote, ya no doy más”, protesta Marta, preceptora de una escuela media de reingreso.
La presión sobre les docentes fue intensa. Sumado a esto, se detectaron varios casos de maltrato o abuso familiar sin demasiadas oportunidades de intervenir ya que las comunicaciones, sobre todo con les más pequeños, estaba mediatizada por les adultes. En les alumnes más grandes, comenzaron a verse situaciones de angustia, estrés y malestar emocional que con el aislamiento no se podían abordar apropiadamente. Desde el Ministerio de Educación no hubo ningún dispositivo para ayudar a les pibes o a les docentes a acompañar a les alumnes en este contexto.
Chiara, estudiante de 15 años del Nacional Buenos Aires, plantea: “La ausencia de clases presenciales me generó una gran falta de motivación a la hora de estudiar, por lo tanto siento que no estoy teniendo el avance académico correspondiente. Si bien mi generación se adapta fácilmente a los avances tecnológicos, me afecta mucho el no poder vincularme con gente de mi edad, con mi amigues, o con profesores”.
A Leslie, de 19 años y estudiante del CBC, también le afectó la falta presencialidad: “No generar el vínculo, nuevas amistades, tener debate con mis compañeros y docentes. Hay días en las que tengo ganas de estudiar y otras que no, depende mucho de mis estados de ánimo. El aislamiento me es muy chocante”.
Lucía, alumna de la tecnicatura de artes circenses de la UNTREF, se queja: “Los profesores ni nos escucharon. A muchos profes se les notaba que no tenían ni idea de cómo dar clases, pero después nos exigían contestar 100 preguntas para un parcial, una locura. Siento que perdí el tiempo, por momentos, dar danzas, circo de esta forma no me hizo progresar”.
Para las familias tampoco fue sencillo, entre las ocupaciones cotidianas o los teletrabajos las cosas se complicaron. “Los chicos perdieron el ritmo, la rutina. Quizás Thiago junta 3 trabajos prácticos y los hace en un día en vez de hacer uno por día. Fue difícil sentarlo, que se meta de lleno a prestar atención a algo que nadie se lo puede explicar, más allá de que las veces que necesitó pudo hablar con alguna profesora o pedir ayuda a alguien en casa, pero no es lo mismo, a veces se frustrada por no entender algo”, nos cuenta Florencia, madre de dos chicos de nivel medio.
También agrega: “Es difícil para todos, uno grande está ya harto de la situación y se estresa, creo que los chicos peor aún, así que acá en casa, no sé si está bien, pero no hay demasiada exigencia respecto a todos los días hacer tarea”.
Lorena, maestra y mamá de un adolescente que empezaba primer año, grafica: “Salimos a sostener una situación para la que no estábamos preparadas. La continuidad del aislamiento me generó mucho estrés, no conocer a las familias en una escuela nueva, mi computadora del plan Sarmiento bloqueada, más ser madre de un pibe de primer año con el que tengo que compartir la computadora, fue difícil”.
“Mi hijo estaba muy reticente a hacer tareas. Había tenido solo 4 clases y no conocía a sus compañeros. Me decía ‘mi primer año no lo quiero hacer así, prefiero repetir’, estaba con mucha angustia. Eso me generó mucho estrés a mí también”, añade.
Santi, el hijo de Lorena, estudiante del Mariano Acosta, plantea: “No sé para qué me piden estas cosas que no entiendo y que hago solo para cumplir. Con las tareas no me sentía muy bien haciéndolas. Tenía un problema en la cabeza y las tareas no me ayudaban mucho, me causaban estrés, después me ganó la vagancia”.
Con respecto a esta actitud de les pibes, Eugenia comenta: “Los chicos al principio se conectaban y después se relajaron. No todos tenían computadoras o internet. Los pibes saben usar redes muy bien pero no el office o estos formatos. Al no tenerles cara a cara, no podes ver si entendieron o no, si tuvieron algún problema en su casa o con sus amigues, perdes ese contacto humano”.
Docentes que tuvieron que sostener clases sin licencias, con las tareas del hogar cuadriplicadas, compartiendo trabajo mientras cuidaban a sus hijes pequeñes. Pero también alumnas-madres a las que se les dificultó sostener la escolaridad en tiempos de pandemia.
Rocío, de 16 años, madre de una niña de 1 año, ante la pregunta sobre cómo había vivido este cuatrimestre la cursada virtual y qué dificultades había tenido, respondió: “Es re complicado porque estando en mi casa tengo mil cosas que hacer, o cuidar a la gorda. En cambió si estoy en el cole tengo más tiempo libre, pienso prácticamente solamente en cosas del cole”. Y ante la pregunta de sí había tenido dificultades para hacer las tareas, agregó: “Las actividades no son difíciles, sólo que tenés que estar tranquila y hacerlos, no como yo que lo hago y estoy con mil ruidos alrededor y la nena todo el tiempo, no te deja pensar”.
Estos son sólo alguno de los testimonios que nos permiten mostrar que sostener las clases no presenciales y garantizar el derecho social a la educación no fue gratuito para ninguno de los miembros de la comunidad educativa. Los efectos de esta pandemia repercutieron y van a repercutir en la vuelta a clases. ¿A qué escuela volvemos? ¿Qué estrategias pedagógicas, qué apoyos institucionales y del Ministerio de Educación van a tener les alumnes y les docentes? ¿Qué tiempos de juegos y encuentros se piensan para la vuelta? ¿Cómo se recuperarán los contenidos y cómo se garantizará la promoción de les estudiantes, sobre todo para les que terminan ciclo?
De lo que no hay dudas, es que si no pensamos que una nueva escuela es posible, que tenemos que repensar nuestras prácticas pedagógicas, hemos perdido una gran oportunidad.
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