BAJO EL SOL DE LA MEDIANOCHE
PROLOGO:
En esta maravillosa obra, seguramente irán descubriendo el alma y la
esencia del Autor plasmadas como crisoles hilvanados, que como buen
amante de la literatura y un lector asiduo, supo tocar fibras íntimas sin
dejarnos relegados ni privados de la nebulosa epifánica de su mirada humana.
¿Quiénes lo inspiraron para escribir de esa manera prodigiosa? ¿Qué escritores
cobijaban su mente durante largos inviernos y lo llevaban de la mano a
recorrer blancas playas en los veranos? Leerle nos recuerda a Alejandro
Dumas, a Julio Verne… En su narrativa crea los ambientes justos para
pararnos en el medio y mirar cada una de las descripciones como estrellas
fugaces que nos cumplen deseos. Son un disfrute del alma, al ir pintándonos
escenas de óleo, acuarelas, temple, carbonillas, tintes florales y nubes
matinales. Pero entre tanto viaje, “en el lugar donde se extiende la distancia hasta las montañas que no sé si son azules o son verdes sostenidas por el verdor de los cañaverales”, allí nos detenemos un instante ante la mística y sobrenatural presencia de aquella mujer bendita, que, como transmite el Autor, “el sol la besa para hacerla doña y ella se hace dueña del sol porque la besa”. Hablar de su virtuosa Doña que “germina semillas de luz” en su alma, nos eleva en vuelo espiritual y mental haciéndonos planear entre nubes que se ruborizan por la belleza de una luna salpicada por el zumo de mil naranjas o cubierta por almíbares de auyamas, entre crepúsculos que van enamorando montañas y amaneceres… ¡Ay! Esos amaneceres que le hacen a uno amar-nacer el nuevo día, con los canastos siempre colmados de ilusión, de asombro.
El Autor es capaz de ver la luz de Luna en el aire, sentir la danza de las
flores, oler el pan en su melena, palpar suspiros y conmoverse ante el infinito
Aleph Borgiano que descubre, gracias a su sensibilidad notable, en el halo azul
de su bella Doña. Considero que esta virtud de doble filo, esta sensibilidad poderosa y frágil a la vez, es como la delgada Capa de Ozono… tan ínfima y etérea como el humo, pero con la capacidad infinita de separar el resplandor de las tinieblas, el oxígeno que nos da vida de los abismos siderales insondables. Así es la “Capa de Amor” que lo vuelve un vehículo perfecto para la expresión poética, narrativa, contemplativa; como supernovas sus palabras del alma nos regalan baños bautismales de visiones superiores, casi que acarician los ojos al
leerlas, casi que el trigo de su pluma deja tintas de sol en nuestros corazones
porque sin el más mínimo lugar a dudas, lo que le sobra a Willian García
Molina es corazón, humanidad, valentía, altruismo, empatía y un modo único
de observarlo todo desde la perspectiva sublime de quien Es Uno con éste
planeta, con el Universo, con el Altísimo mismo e inevitablemente… lo
derrama en manantiales teñidos con la expresividad inconfundible de una
imagen que es al mismo tiempo todas las imágenes posibles. Con su palabra
da vida, porque antes de transmitirla suspira su aliento vital de energía prístina en ellas, palabras vivientes que confieren caricias al alma que las recibe y cobija.
Retomando la pregunta inicial, a García Molina lo inspiró su tierra natal,
sus cielos bruñidos de arreboles, las lágrimas que La Luna ha visto bajo su
manto de nácar, las constelaciones en cada mirada feliz, el aroma de los libros,
la calidez humana de una estufa, supo convertir en versos sus lamentos y
quebrantos, en escritos la agonía y la infancia vestida de calle, en metáforas un nacimiento. Entonces… ¿Qué impulsa al Autor a compartir tanto camino
desandado y tantos horizontes surcados entre la suavidad de la miel y la
vertiginosa hiel de la vida misma?
Podríamos decir, sin caer en adulaciones banales ni faltar a la verdad,
paradisíaca brújula de la moral humana, que con su mente en Los Cielos y sus
pies en el suelo, en renovada experiencia intensa, apasionada, aguerrida,
genuina, de entrega sincera como consecuencia de la claridad divina, la sangre
que corre por sus venas es el mismo motor que su inspiración va pulsando. Su
condición de ciudadano despierto ante realidades dispares, viene de su chispa
sagrada, es la cualidad natural de su espíritu indómito comprometido con la
Bondad que procura cultura para despertar a quienes se adormecen en el mecer
de las olas, porque la palabra ata o desata, salva o condena, más guiados por
Bajo el sol de la medianoche una conexión superior a lo mundano, la palabra se vuelve Fuente de Vida, el llanto se vuelve consuelo, el dolor va sanando en la herida, las cadenas se vuelven mariposas, la esclavitud se transforma en liberación, el moribundo sonríe al recibir la celestial unción, el recién nacido oye vibrar aquella melodía que será su nombre, el verdor de las montañas puede besarse con el azul del horizonte, La Luna trasnochada puede bañarnos con aquel brillo dorado que cual panal de abejas el espectro de miel va acumulando. Entonces no es extraño ver y darnos cuenta, que estamos conversando bajo el sol…
¡Bajo el sol de la medianoche!
Atrévase a sentirlo, es un témpano lunar que arde en llamas en la gama
completa de matices humanos, colgado sin embargo, en el espacio. En éste
espacio que se abre ante sus ojos. Léase bajo el farol del alma, donde todo es
posible en su infinita calma.
Emiliano D. Renzi.
Escritor, músico y poeta argentino
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