La brecha persistente entre la educación superior y el empleo, por Gustavo Yamada
Por: Gustavo Yamada
“Mientras mayor sea la calidad y pertinencia de la educación, mejor será el futuro laboral en el Perú porque se podrá emplear personal más y mejor calificado que permitirá a la economía producir y exportar bienes y servicios más sofisticados con mayor valor agregado”, afirma el director del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico.
Antes de la pandemia, diversos indicadores señalaban que el conjunto de la educación superior peruana solo respondía parcialmente a las necesidades de la economía y la población:
• El subempleo profesional afectaba a cuatro de cada diez egresados universitarios y a cinco de cada diez egresados técnicos.
• El 47% de las empresas tenían vacantes difíciles de llenar y 76% de estas se explicaban por falta de habilidades de los candidatos.
• Salvo contadas excepciones, la calidad de las instituciones de educación superior creadas recientemente era inferior al de las preexistentes.
• Las competencias de los profesionales peruanos equivalían a las de técnicos chilenos y a las de adultos con secundaria incompleta en países OCDE.
• La Sunedu había denegado la licencia a 45universidades por carecer de condiciones básicas de calidad.
El COVID-19 generó reacciones rápidas en muchas universidades e institutos, pero reveló una vez más la rigidez e inoperancia en un buen número de entidades educativas. La menor matrícula y el aumento de la morosidad han puesto en duda la viabilidad futura en varias de ellas.
EL FUTURO AHORA
Esta crisis también trae una oportunidad de reconversión acelerada. Reducir la brecha entre la educación superior y el empleo es clave si queremos que el “bono demográfico” (que ocurre cuando la fuerza laboral entre 15 y 64 años resulta ser la mayoría de la población) todavía juegue a nuestro favor. Este bono alcanzará su máximo en tres años (ver gráfico 1) para luego descender paulatinamente por el envejecimiento poblacional. El bono bien aprovechado impulsaría el crecimiento económico, tal como sucedió con el milagro del sudeste asiático.
Mientras mayor sea la calidad y pertinencia de la educación, mejor será el futuro laboral en el Perú porque se podrá emplear personal más y mejor calificado que permitirá a la economía producir y exportar bienes y servicios más sofisticados con mayor valor agregado. Asimismo, las inversiones en investigación, ciencia y tecnología que realicen nuestras universidades, institutos y empresas generarán las innovaciones necesarias para aprovechar mejor nuestros grandes recursos disponibles.
Desde el punto de vista de las personas, los retornos a la educación superior de calidad están detrás de las ganancias de remuneraciones reales en el tiempo. Un mejor nivel educativo reduce sustancialmente la probabilidad de caer en situaciones de pobreza. En cambio, la mano de obra poco o deficientemente calificada resulta ser la primera candidata a perder posiciones en la distribución funcional y personal del ingreso en estos tiempos de acelerada globalización, cambio tecnológico y pandemias.

APRENDIZAJES Y EMPLEABILIDAD
Ante un mundo bastante cambiante e incierto en esta era del conocimiento, puesto que los nuevos saberes se generan a velocidades siderales y en cualquier parte del planeta, ¿cómo formar a los futuros profesionales y técnicos si todo entra en obsolescencia aceleradamente y todo está rápidamente disponible en You Tube o en otros portales con muy buenos tutoriales y cursos en línea gratuitos? Lo que hay que enseñar ahora es a “aprender a aprender” de manera permanente, de por vida, tal como señala el Proyecto Educativo Nacional al 2036 recientemente aprobado.
¿Será el acceso creciente a la educación superior un “seguro” suficiente contra el desempleo en el futuro? Muy probablemente no, pero debemos aspirar a que una experiencia de educación superior de calidad significativa (técnica o universitaria) sea una herramienta que habilite a todo peruano a construir su empleabilidad permanente a lo largo de la vida (y empezar, en muchos casos, desde la educación secundaria vocacional).
Para ello las universidades e institutos de educación superior tienen que reinventarse, a fin de mejorar radicalmente su flexibilidad académica, pertinencia práctica y conexión con las demandas del mundo real. En vez de competir contra los portales de autoaprendizaje y divulgación científica y tecnológica, deben usar estas herramientas como aliadas en las aulas, talleres, educación remota y transformación digital, para propiciar el aprendizaje modular, permanente y actualizado. Las universidades e institutos necesitan crear fidelidad entre sus egresados con la finalidad de que sigan recurriendo a ellas para capacitarse constantemente.
Esta filosofía no es solo una posibilidad abierta, gracias a Internet, para instituciones de formación de todo presupuesto, sino que resulta una obligación si quieren mantenerse como organizaciones relevantes. Durante casi mil años de historia de la humanidad, las instituciones de educación superior prevalecieron como celosos guardianes del conocimiento, necesariamente elitista y reservado a minorías privilegiadas. Sin embargo, hoy en día la pura y dura realidad es que existe la disyuntiva real “o se reinventan o se revientan”. Si no se reinventan aceleradamente las universidades e institutos, pasarán ellas mismas a engrosar las filas de actividades e instituciones que fueron totalmente reemplazadas por la propia revolución de la producción y difusión del conocimiento.
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