Publicado: 20 septiembre 2020 a las 4:00 am
Categorías: Cuentos
Por: Roselena Yduñate García Beltrán
Sarraute Educación
Llegaba yo el jueves a la casa de ustedes sin meterme con nadie, esperando con todo mi corazón que me hubieran dejado comida, cuando al abrir la puerta saltaron como resortes mis dos hijitos (los que pueden saltar, Pukie solidariamente solo gritó) y entre sus explicaciones que se amontonaban en gritos de histeria, sólo pude distinguir dos palabras ¡RATA, BAÑO!… Como buena madre mexicana, tomé control de la situación y !me uní a la histeriaaaaaa!!!! Arrrggggggggg una rataaaaaa!!!! Gritamos en familia, cerca de 5 minutos, por eso de darle la importancia que se merecía semejante suceso y entonces me permití entrar en Shock.
Mis adorados retoños pensaron que yo estaba pensando en una solución, pero nooooo, solo veía pasar por mi cabeza las innumerables escenas de ratas peludas y negras que mi corta vida ha presenciado. Pensé en Ben la rata asesina, en la peste Bubónica, en… Ratatouille.
Me senté en el sillón cavilando, no creo que esta sea una rata cocinera…tampoco que si le canto estilo Michael Jackson la peluda se conmueva y se vaya…pensé, pensé… podíamos abandonar la casa así como en el cuento de Cortázar… o resignarnos a no entrar al baño jamás y volvernos de pilas… entonces mis hijos gritaron mamáaaa ¿qué vas a hacer con la rata? ¿Qué voy a hacer? … ¿Y yo por qué? (frase presidencial muy ad-hoc al caso).
Fue entonces, que mi mente se iluminó. ¡¡¡¡NECESITAMOS UN HOMBRE!!!! Sara propuso a Toñito, pero como todavía esta tiernito, preferí guardarlo para una ocasión más solemne.
¡Llamemos a Tío Hugo! les dije. Sin afán de balconear a la familia, debo decirles que de mis tres hermanos el que tiene más aptitudes asesinas es él. Ni tardo ni perezoso, llegó mi insigne pariente con un galón de cloro.
Es para matar a la rata- contestó en tono sabio y con una turbia mirada de asesino experimentado.
En lo personal, creo que una pistola o dinamita marca ACME eran más adecuadas, pero, bueno eso era lo que teníamos. Pensé en la vez que matamos una cucarachota en Ixtapan de la Sal a botellazos… mmm ¡igual funciona!
Entonces, el Hugo se acercó al baño lentamente, con paso firme, se asomó, silencio, uno… dos… tres segundos
¡Pues prende la luz inútil!
¡No inventes¡ ¿y si me ataca?
Bueno, pues entonces dile a ella que la prenda (risitas).
-Préstenme un celular- indicó con voz de autoridad
-¿Te sabes el número de la rata? (más risitas)
Con valor aqueo metió su brazote y le tomó hartas selfis a la ratota, mientras todos gritábamos -!Se va a salir! -y ejecutábamos una danza propiciatoria como si nos ardieran las patas con la arena.
-Ahhh- exclamó -! ya se en donde está! – para ese momento yo me había atrincherado en mi recámara con el más valiente de todos: El perro.
DEJO AQUÍ MI NARRACIÓN PARA NO ABURRIRLOS Y PROMETO TERMINARLA EL DÍA DE MAÑANA, MIENTRAS TANTO, REVISEN DEBAJO DE SUS CAMAS, DENTRO DEL ESCUSADO, FIJEN LAS COLADERAS, PORQUE UNO NO SABE NI EL DÍA NI LA HORA…
FIN DE LA PRIMERA ENTREGA
MUY BIEN, A TODOS LOS FANS DE LA HISTORIA DE LA RATA, AQUÍ LES DEJO EL FINAL, PARA QUE SE DESAYUNEN A GUSTO
En el capítulo anterior, dejamos a la autora de este relato valientemente encerrada con el perro en su recámara, mientras su macho hermano, ejercía digno oficio de cazador y fotógrafo de ratas.
-¡La rata está en el bote de basura! – Irrumpió en la recámara el poderoso grito del matarratas…la voy a bañar en cloro!
En una especie de exorcismo Y con bidón en mano, comenzó a rociar a diestra y siniestra cloro por el baño, no creo estar segura si rezaba de miedo o porque eso ayudaba a conjurar a la rata, solo podíamos escuchar el chisguete del cloro salir expulsado por las paredes por el techo, por el piso… a todo sonaba, menos a que le estuviera dando al bote de basura donde suponía se refugiaba la rata.
Así siguió la cosa hasta que nos empezaron a chillar los ojitos…
¡Es la única forma! – respondía el matarratas, muy en su papel sin dejar de rociar su cloro bendito en el interior del baño
¡sean fuertes!- agregó.
Para ese entonces yo ya me había fumado como tres cigarros y entre el cloro y el humo ya no sabía si la que estaba a punto de entregar su alma al creador era yo en lugar de la rata, lo que me obligó a salir de mi recámara a respirar más cloro.
Gracias a Dios el cloro se había terminado. Nuestro heroico matarratas, sacó su manaza del baño y cerró la puerta. Como uno, los cinco (incluyo al perro) pegamos la oreja a la puerta… Nada, no se oía nada ¡maldita sea! ¡Imaginaba yo a la rata en una transformación diabólica convertir el cloro en su fuerza vital, para salir a conquistar el resto de la casa y después…! ¡El mundo!
¿Ya estaaaa?????!!!!…exclamamos los ahí presentes
¡Nel! ahora entra a matarla de a deveras, ¡ahorita nomás la desinfectaste!
Me sentí completamente perdida, un alkaseltzer bullía en mi cabeza
Entra tú, contestó el otro abandonando su inmensa humanidad en mi sillón, como si hubiera librado una batalla cuerpo a cuerpo con la rata.
Este era el equivalente a que el hombre araña le hubiera pedido a la tía May que se echara al Vennom (que igual se lo echaba, pero… bueno)
Medité mi situación desesperada ¡Ya sé, voy a entrar a prender la luz ¡y vemos si todavía se mueve. No es por presumir, pero tengo la agilidad de un grillo reumático, así que abrí la puerta y de dos o tres saltitos me encaramé en la tapa del escusado…desde esa posición estratégica no se veía al peludo enemigo
-¡la desmaterializaste Hugo!
-¡Hugo motivado por el éxito! Se acercó
-¡ayyy está en la regadera! La rata se había replegado.
-¿Y ahora mendigo panzón?
-Pues… no se bañen
-¡No seas tarado, mátala!!!
Entonces un rayo de inteligencia política cruzó su mente.
Si los policías no pueden con los rateros, menos van a poder con la rata, si me hubiera dicho el ejército, la marina, los Avengers, era para considerarlo, pero ¿el poli de la unidad? Que medía la mitad de mí y que ni pistola carga.
-Nomás le das una lana y que él la mate. Salió del departamento muy hombre, muy valiente a decirle al poli que le ayudara a matar una triste ratita. Regresó como a los cinco minutos.
-Dice que si! nomás que mañana a las 8.
-¡Ya no se sale! dijo -y ya me voy- agregó.
Ahí quedamos mis hijitos y yo, desamparados, solos, asustados, hambrientos y ganosos…Tuvimos que entrar a zurrar en equipo porque nos moríamos de miedo.
El día siguiente amaneció con un sol rojo, señal de que se había perpetrado un acto sangriento, al menos eso dice Légolas, despaché a los niños a la escuela y esperé y esperé y como siempre la ley no llegó. Así que me armé de valor (no por la rata sino, porque me dan miedo las alturas) y me encaramé en el tanque del escusado para ver dentro de la regadera, ahí yacía la infame, igual de negra y peluda, solo que no se movía, corrí por unos guijarritos y se los arrojé, nada… ¿y si se está haciendo, la mendiga? Le pegue al cancel, nada, el feroz roedor media aproximadamente unos 20 cm de cuerpo y de cola…era rete larga. Lo que los hará suponer que me llenó de terror y asco, ¡!yo no la agarro!! Pensé, si la empujo con un palo al recogedor…arrrggggg… ¡no, ya sé! la agarro con una bolsa de esas de plástico bien gruesas, arrrrggggg ¡Dios de los ejércitos dame fuerzas!
Salí a buscar mi bolsa y que me encuentro con la Ley, Señora, que pena no pude venir, pero ahorita que regrese la mató! El oficial se veía muy decidido, No mi estimado oficial, si ya está muerta, ¡pero si usted la saca del baño habrá ganado una esclava para el resto de su vida! Tentado con la oferta el oficial regresó como a los 5 min y ni tardo ni perezoso se metió al baño con una bolsa del ISSTE y entonces lo oí…un chillido salido de ultratumba, largo, agudo, retorcido, ¡y empezó a gritar el oficial !¡¡ESTA VIVA!!
¿le paso algo oficial? Pregunté con toda la dulzura que tenía en mi aterrado corazón
-…! No pereme… horita… balbuceo con trémula expresión nuestro valiente e institucional representante de la ley, silencio
-… ¡ya!
¡Lo más bonito que me ha pasado este año, fue ver salir al poli con la rata en la bolsa y con una sonrisota…!
¡Ya! Jadeaba
-! hora si! me dijo lleno de espantó. En ese momento agarré mi monedero, compré mi libertad con 50 pesos mismos que le di al oficial con las más sinceras gracias y me encerré a piedra y lodo. Ya no lo volví a ver (bueno eso fue el viernes) pero, estoy segura de que cuando crucemos nuestras miradas de nuevo, ambos sabremos reconocer en ellas el horror que dejó la rata maldita.
Fuente del Cuento:
Sarraute Educación
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