Publicado: 20 octubre 2020 a las 3:00 pm
Categorías: Literatura
Por http://www.memoriachilena.gob.cl
La expansión de la imprenta puso de manifiesto el enorme poder de la palabra escrita, no solo para transmitir información, sino para generar opinión pública, aunar voluntades y conmover el sistema de sentido de toda una comunidad. Los libros y medios de prensa se transformaron en agentes capaces de desafiar el poder incontestable de las instituciones tradicionales, motivando la puesta en práctica de políticas oficiales tendientes a controlar la circulación de impresos. Pese a que la libertad de expresión constituye un valor transversalmente aceptado en las sociedades contemporáneas, los libros han estado históricamente sujetos a distintas formas de censura y Chile no ha sido la excepción.
Desde el siglo XVI, el Santo Oficio de la Inquisición se encargó de ejecutar la censura de libros en España, vigilando la impresión y circulación de los impresos no solo en la península, sino que en todos los dominios de la Monarquía. Las restricciones se aplicaron sobre todos los escritos que se alejaran de la fe católica, que representaran una amenaza para la Corona o que atentaran contra la moral y las buenas costumbres. En el medio local, la censura en el Chile Colonial cauteló el ingreso, tenencia y lectura de ciertas obras, aunque existieron licencias para leer libros prohibidos, entregadas a eclesiásticos y a algunos intelectuales.
Durante el proceso de la Independencia y, luego, en los inicios del orden republicano, se establecieron diversos decretos orientados a regular la práctica de la censura. Por ejemplo, el proyecto Constitucional de 1813 planteó la libertad de imprenta, exceptuando los escritos de carácter religioso, los cuales no podían publicarse sin la autorización de una junta de censura. Por el contrario, la Constitución Moralista de 1823 estableció la censura previa a todo escrito. Posteriormente, se endureció la censura en los gobiernos conservadores, particularmente sobre la prensa y la introducción de libros al país.
Con el inicio de la instrucción primaria en Chile (1840-1920) las prohibiciones se extendieron también al ámbito de la enseñanza. Por disposición de las autoridades fueron excluidos de las bibliotecas escolares todos aquellos textos considerados contrarios a la moral y las buenas costumbres. Dentro de esta categoría cayeron, especialmente, las novelas románticas.
Respecto a la libertad de imprenta, la ley de 1846 continuó vigente por largos años, acumulando detractores. Es más, hubo períodos en los que se suspendieron todo tipo de publicaciones, como el caso del El correo literario, cesado durante el estado de sitio declarado por el presidente Montt en 1858. Recién en 1872, se suprimió el control gubernamental sobre la prensa, y en 1878 se acabaron las restricciones para la importación de libros.
En los inicios del siglo XX, la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo recurrió nuevamente a las prácticas coercitivas, concentradas especialmente en el control de la prensa disidente al régimen. Décadas después, la dictadura encabezada por Augusto Pinochet llevó adelante una política sistemática que trajo consigo la intervención y clausura de numerosos medios de prensa escrita, radioemisoras y canales de televisión; estrategias que se legalizaron con la Constitución Política de 1980. Los ciudadanos tuvieron que echar mano a otras estrategias textuales para expresar sus opiniones: así ocurrió con los panfletos en el período de la dictadura militar (1973-1988) y con una serie de creaciones literarias, ya sea en forma de novelas, poesía o libros de reportajes.
Tampoco en tiempos de democracia la creación literaria ha estado exenta de restricciones en nuestro país. Durante la década de los noventa existieron casos puntuales de libros cuya circulación fue frenada por medio de recursos judiciales. Estas disposiciones, sin embargo, lejos de tener efectos disuasivos, despertaron un interés insospechado por las miles de copias clandestinas que salieron al mercado, avivando asimismo el debate público en torno a la forma en que las garantías civiles, el poder político y la información se entremezclan en las páginas de un libro.
Fuente del artículo: http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-31526.html
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