Educación, cultura e historia

Publicado: 29 marzo 2021 a las 6:00 pm

Categorías: Artículos

por Jonathan Jesús García Palma

La educación

La educación es un componente fundamental de cualquier sociedad. Como he expuesto anteriormente, no sólo podemos encontrar educación en las escuelas, sino en distintos espacios en donde se desarrollen procesos intencionados de enseñanza y aprendizaje.

Dejando a un lado la multiplicidad de conceptos que existen con relación a ella, es posible citar lo que afirmó L. Luzuriaga al respecto:

“Por educación entendemos, ante todo, la influencia intencional y sistemática sobre el ser juvenil con el propósito de formarlo o desarrollarlo: Pero también significa la acción general, difusa, de una sociedad sobre las generaciones jóvenes, con el fin de conservar y transmitir su existencia colectiva. La educación es así una parte integrante, esencial, de la vida del hombre y de la sociedad, y ha existido desde que hay seres humanos en la tierra” (Luzuriaga, 1971; 11).

Además de lo anterior, Luzuriaga consideró que la educación era un componente fundamental de la cultura, pues, entre otras cosas, permitía que dicha cultura se mantuviera presente a lo largo de los siglos. De este primer punto se deriva una importante cuestión: la educación se mueve entre el pasado y el futuro, entre la conservación y la transformación.

La cultura

El concepto de cultura también es complejo y no existe un único posicionamiento al respecto. En términos generales podemos considerarla como un conjunto de saberes y prácticas que dan cuenta de la cosmovisión y perspectiva ampliamente aceptada de a realidad (física, social, espiritual) de un grupo social determinado en un momento histórico específico.

La cultura no sólo se expresa en las grandes obras del pensamiento o en las más importantes manifestaciones artísticas o científicas; también se localiza en ideas, comportamientos, rituales y celebraciones ampliamente extendidas, así como en otras actividades concretas del quehacer de la especie (gastronomía, música, etcétera).

Tomemos el caso de nuestro país, México. Además de las obras literarias o artísticas de renombrados personajes como Octavio Paz, Diego Rivera, Elena Garro y Frida Kahlo, forman parte de la cultura de los distintos estados la república el son jarocho, el delicioso mole (en sus distintas variantes), la Danza de los Viejitos y la celebración del Día de Muertos. Todo esto forma parte de nuestra cultura.

No obstante, también es posible incluir cosas que parecieran muy alejadas de lo que se asume como cultura, por ejemplo: emplear las tortillas para hacer un taco de casi cualquier cosa comestible; agregar chile a todo (hasta a los helados y la cerveza); celebrar fiestas en la calle (con carpa o sin ella); regatear en algunos comercios, dependiendo de la situación; hacer chistes de momentos incómodos; reír a carcajadas cuando alguien se cae o sufre ciertos accidentes; ponerle apodos a los compañeros de la escuela o el trabajo; y, en el caso de muchos estudiantes, hacer la tarea la noche inmediata anterior al día en que se debe entregar (lo mismo aplica cuando se estudia para un examen).

Como es posible apreciar, no todas las cosas que forman parte de la cultura de una sociedad realmente contribuyen a un desarrollo armónico y adecuado de sus futuras generaciones. Por eso, hay muchas ideas y prácticas que han sido valoradas con el paso del tiempo, para sopesar mejor su utilidad y beneficio para la sociedad en general.

Y aquí es donde entra el asunto de la educación, pues todo lo arriba mencionado se ha enseñado y se ha aprendido en algún momento, entre ciertas personas, con diversos medios y respondiendo a diferentes intenciones. Por ello, la educación se encuentra en una compleja y peculiar posición, ya que debe, al mismo tiempo, preservar los elementos propios de la cultura de una sociedad (en general) y promover el desarrollo pleno de sus miembros de cara a los cambios que experimenta el entorno (local y global) en un momento dado.

Educación y cultura

La educación tiene el reto de preservar algunas cosas y promover la renovación y transformación de otras. Y, como es evidente, la tarea no es nada sencilla.

La cultura de cada país posee particularidades que la distinguen de otras naciones, aunque también existen coincidencias amplias que dan cuenta de procesos compartidos en regiones de considerable tamaño, lo cual responde a las especificidades históricas de cada una de ellas.

A pesar de los cambios vividos en la última década, México es un país mayoritariamente católico, por ejemplo. Basta con mirar atentamente a nuestro alrededor. Eso responde, entre otras grandes cosas, a un hecho histórico fundamental: la conquista de los territorios mesoamericanos por parte de los españoles.

Si lo vemos con atención, lo ocurrido en otros países en materia de religión se relaciona con el mismo punto. Filipinas, por ejemplo, fue parte de los territorios de la corona española y al día de hoy son un país mayoritariamente católico (hasta celebran a la Virgen de Guadalupe), pues esa fue la religión enseñada por los misioneros evangelizadores, como sucedió aquí. Caso muy diferente al de los Estados Unidos de América, en donde los colonizadores eran principalmente originarios de Inglaterra, un lugar mayoritariamente protestante.

Derivado de lo dicho hasta ahora, queda claro que cada sitio y cada región comportan particularidades educativas que es aconsejable analizar a la luz de los elementos históricos, tanto generales como específicos para el ámbito educativo.

La historia de la educación

De acuerdo con Luzuriaga (1971), la historia de la educación se constituye como el estudio del cambio y desarrollo que ha experimentado la educación a lo largo del tiempo en los diferentes pueblos y épocas. Aparejada a la historia de la educación se encuentra la historia de la pedagogía, la cual, siguiendo al mismo autor, consiste en el estudio del desarrollo de las ideas e ideales educativos, así como de las teorías pedagógicas propuestas y los personajes que han influido en este campo.

Queda claro que se trata de dos cuestiones distintas, pero íntimamente relacionadas. La educación se ha desarrollado a lo largo de los siglos, pero la reflexión sistemática y formal sobre la misma (a la que podemos denominar reflexión pedagógica), también se ha presentado desde hace un tiempo considerable y ha derivado en la creación y modificación efectiva esquemas formativos que se han convertido en modelos de trabajo regular en las diferentes sociedades.

De lo anterior resulta que existen diversos factores de la historia de la educación y la pedagogía, los cuales, siguiendo al autor ya citado, son los siguientes:

  • La situación general histórica de cada pueblo y de cada época.
  • El carácter de la cultura.
  • La estructura social.
  • La orientación política.
  • La vida económica.
  • Los ideales de la educación.
  • La concepción estrictamente pedagógica.
  • La personalidad y la actuación de los grandes educadores.
  • Las reformas de las autoridades públicas.
  • Las modificaciones de las instituciones y métodos de la educación.

Quien esté interesado en estudiar la historia de la educación, y de la pedagogía, debe toma en consideración dichos elementos. Sin embargo, todo aquel que desee analizar o reflexionar sobre la educación de su sociedad y tiempo, también debe tomar en cuenta dichos elementos, pues sólo así se entiende mejor qué es lo que ha sucedido y a qué situaciones responden las diferentes manifestaciones de la realidad educativa.

La situación histórica general es más que relevante, pues no es lo mismo la Edad Media que la Época Contemporánea. En el caso mexicano, la situación posrevolucionaria desarrollada durante los años treinta no es para nada la misma que se vivió en los años ochenta, por ejemplo; ni siquiera se aplicaron modelos económicos y políticos similares. Cada momento comporta instituciones, valores y expresiones de vida diferentes.

Lo relativo a la cultura y las peculiaridades de la sociedad también son elementos imprescindibles, pues, por mencionar algo, la participación de la población femenina en las instituciones de educación superior ha aumentado a lo largo del tiempo, así como las visiones sobre su rol dentro de las familias y la sociedad, en general (aunque, como sabemos, hay muchas cosas por atender).

De igual forma, los ideales y valores asociados a la educación formal también han cambiado. Por ejemplo, basta con revisar la Ley General de Educación para notar que los padres de familia ya son incluidos como parte del sistema educativo nacional, por lo que tienen responsabilidades y ámbitos de intervención que hace unas décadas no poseían. Además, se cuentan con otras instituciones y otros procedimientos para efectuar la incorporación y desarrollo docente.

Con relación a esto último, también podríamos anotar que hubo un tiempo en que el ingreso a la escuela normal solamente requería de la acreditación de los estudios de secundaria, pero, a partir de la década de los ochenta, fue elevada al grado de licenciatura, cambiando con ellos sus requisitos de ingreso e iniciando una importante etapa de cambios curriculares y formativos del magisterio mexicano.

El reto de la educación

Repito lo dicho más arriba:  La educación tiene el reto de preservar algunas cosas y promover la renovación y transformación de otras.

En términos amplios, la educación debe formar a los sujetos del mañana, pero con las herramientas del presente; debe formar para enfrentar los cambios, pero viviendo un presente en particular.

Por lo tanto, las grandes situaciones sociales, históricas y políticas (como la actual crisis por el COVID-19, el asunto del calentamiento global, la fractura social derivada de manifestaciones de intolerancia y discriminación, las variaciones en la economía mundial o las transformaciones derivadas de las revoluciones tecnológicas, por mencionar algo), deben considerarse seriamente para pensar bien qué clase de sujeto se pretende formar, qué clase de educación se desea alcanzar, qué tipo de educación se necesita y cómo se puede participar para alcanzar los objetivos planteados.

Los actores educativos, en ese juego de preservar y transformar que implica la educación, participarán de la preservación de valores de innegable importancia, como el respeto y la solidaridad, mientras, al mismo tiempo, se fomentan cambios en las formas de aprender y utilizar el conocimiento adquirido.

Y, en este punto, cabe mencionar que, en materia educativa, todos podemos participar. Sí, usted también.

Referencias

Luzuriaga, L. (1971). Historia de la educación y la pedagogía. Buenos Aires: Losada, 9na. edición.

Fuente:

https://www.milenio.com/blogs/la-columna-pedagogica/educacion-cultura-e-historia

Fuente de la Imagen:

https://sites.google.com/site/educacionculturacomunicacion/

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