La tecnología educativa, más que un adorno en el aula
De un tiempo a esta parte, ya no se habla de pizarras digitales, portátiles o apps en el ámbito educativo. La concatenación de innovaciones y el acelerón de esta última crisis han ampliado el espectro de la relación entre tecnología y educación. Una parcela que reúne los cambios más novedosos en herramientas y metodologías para mejorar la enseñanza.
Lo saben bien las responsables de la Revista de Tecnología, Ciencia y Educación (Editorial Centro de Estudios Financieros) de la Universidad UDIMA, María Luna Chao y Sonia Pamplona (directora y subdirectora). En esta publicación se unen esos tres pilares para potenciar la investigación de calidad. Todo ello a través de trabajos centrados en la aplicación de las tecnologías de la información en el contexto socio-educativo actual.
Así lo defiende Chao, editora jefe del documento que publican tres veces al año. Según comenta, la revista (que nació en 2015) es una acción más en la línea de contribución de la UDIMA por «crear y difundir conocimiento sobre la educación y la tecnología». No en vano, como universidad a distancia basan su entorno de aprendizaje en el uso de la tecnología, y por ello cuentan con «muchos especialistas» en la materia (y alumnos que «están en ello»).
Trabajos «de utilidad educativa»
Buena prueba de ese elenco de profesores específicos son el Máster Universitario en Tecnología Educativa, y el Máster Universitario en Educación y Recursos Digitales (E-learning). Desde la creación de la revista, los Premios CEF.- que organiza el Grupo Educativo de la universidad cuentan también con una categoría en educación y nuevas tecnologías. Sin olvidar las jornadas JIUTE de innovación que celebran desde 2018.
Por tanto, la revista se suma al esfuerzo en pos de la innovación. Su objetivo es publicar estudios de investigación, así como propuestas y aportaciones académicas «de utilidad para la práctica educativa», señala Luna Chao. Algunos de los artículos más citados en la revista hablan de: metodologías como el aprendizaje basado en proyectos; trabajar el cuerpo humano con realidad aumentada en educación infantil; o la Gamificación y e-learning.
Esta utilidad se busca, no sólo en el ámbito formal de la educación (infantil, primaria…), sino también para la intervención en el ámbito familiar, sociocomunitario o psicológico. «El término ‘divulgativo’ no sería el más adecuado, pero sí hemos publicado artículos con un claro interés para ser de ayuda directa en la mejora de los contextos educativos», dice.
Por ejemplo, algunos recientes aplicados a la educación secundaria, como el uso de la arqueología virtual para mejorar la enseñanza y la motivación en el área de historia. U otra propuesta para intervenir en aulas, «desde un enfoque inclusivo», con una guía multinivel para adaptarse especialmente a alumnos con altas capacidades, expone Chao.
Evidencias para mejorar
La revista cuenta con un comité científico compuesto por especialistas, que son quienes evalúan los artículos que han pasado el primer filtro editorial. Se trata de un grupo «abierto pero estable» de profesionales que dominan campos que no son «exactamente los mismos». Esto permite «asignar los artículos para su evaluación a quienes más pueden saber acerca de su contenido concreto» y por tanto «contribuir a mejorarlos», determina la directora.
En el último número varias de sus publicaciones advierten de los problemas derivados del uso de tecnologías por parte de los adolescentes en el entorno educativo (redes sociales y dispositivos móviles). No obstante, las responsables de la revista no están seguras de que haya más publicaciones sobre los aspectos negativos que positivos de la tecnología.
«No son opiniones (…), se trata de ir contribuyendo con evidencias a mejorar y actualizar nuestro conocimiento sobre la relación entre la tecnología y la educación», matiza Chao. Según argumenta, la tecnología sólo es una herramienta, y como tal puede usarse de forma adecuada o no. En la enseñanza ocurre igual: «En ocasiones, puede usarse simplemente como un adorno sin estar contribuyendo en nada a la mejora de los procesos de enseñanza y aprendizaje; o incluso podría empeorarlos», desgrana.
Por ello advierte de la necesidad de plantearnos si una herramienta novedosa aporta algo de verdad «a la comprensión de los estudiantes o su interés por aprender». En otras palabras, sostiene que hay veces en que nos fijamos mucho en los problemas que acarrea el uso de la tecnología en los adolescentes. Y, sin embargo, los procesos subyacentes que vemos «no son nuevos» aunque quizás se vean «potenciados», afirma.
Por eso es importante conocer qué nos interesa de la tecnología en el ámbito educativo (los procesos de enseñanza, la relación entre iguales). Y, entonces, analizar bajo este conocimiento qué aporta esa herramienta «tanto para bien como para mal».
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