Carta 1 a Paulo Freire
Por: Guadalupe Mauricio.
Querido Paulo, trabajo en una escuela preparatoria técnica de la Universidad Autónoma de Nuevo León, que como tú cumple 100 años y se llama Pablo Livas, una escuela que nació para mujeres, pero le pusieron el nombre de un maestro. Llevo trabajando con adolescentes casi 20 años y me han enseñado mucho de la vida. Paulo, a cien años de tu nacimiento y 24 años de que la Madre Tierra te acogió, quiero dialogar contigo sobre esta crisis, que dicen es por la pandemia (covid-19) y nos tiene distantes a los y las docentes de las aulas.
Quizá este sentimiento que experimento por no convivir en la escuela con mis alumnos, alumnas y alumnes, pueda acercarse a lo que una vez expresaste sobre el exilio en tu libro Pedagogía de la esperanza: “tengo los sueños rotos, pero no deshechos”. Tomando tus palabras, como maestra, cargo como el exiliado la nostalgia, la tensión entre lo que soy hoy y lo que fui ayer. Ya sé que me dirás que eduque mi nostalgia, que me reinvente en esta “nueva normalidad” que, más que pasajera, llegó para quedarse y nos exige nuevos conocimientos y preparación técnica.
Alguna vez recomendaste que lo técnico debía aprenderse lo mejor posible, pero que también debíamos reflexionar sobre el indiscutible adelanto que ello implica y asumir una posición crítica, vigilante, indagadora, curiosa, histórica. Dijiste: a la tecnología no hay que endemoniarla, ni endiosarla. Ya desde entonces, la década de los noventa, podías imaginar la importancia de la tecnología, el poder de la informática que ha servido para fortalecer el dominio capitalista del mundo.
Tú nos advertiste del peligro de la educación bancaria y lamento informarte que, considerando brevemente algunas de tus enseñanzas, la consigna de “enseñar no es transferir conocimientos” cobra una dimensión tecnológica masiva con la implementación de la educación a distancia a partir de la Pandemia. La educación bancaria se lleva bien con la educación basada en competencias, una educación que sirve a las demandas de las empresas y donde a todos, todas, todes se nos llama clientes.

Como trabajadora universitaria es un gusto saber que ingresar a la universidad será un derecho gratuito plasmado ya en la Ley de Educación Superior, aunque aún no se ha hecho realidad. Si yo fuera una alumna del presente no tendría para estudiar hoy lo que estudié en el pasado. Las inscripciones son costosas, y los dispositivos para estudiar se han encarecido enormemente. La computadora que compré al inicio de la pandemia (2020), ahorita cuesta tres veces más (2021). La educación pública pasó de la noche a la mañana a un medio privado que es el internet y la compra de datos. ¡Ay Paulo! los estudiantes también batallan, a veces las familias no tienen suficientes dispositivos para sus hijos, hijas, hijes y otras carecen del servicio de internet.
Paulo, estoy convencida que es posible aplicar una educación liberadora en nuestro tiempo recuperando la importancia que tú le das al diálogo, a las preguntas, a la creatividad, al reconocimiento de los movimientos sociales como posibles actores transformadores, también de la educación.
Paulo, es difícil ser maestra, pero hago el mejor de los intentos. Sabes, impulsé el diálogo, aprovechando la tecnología, en una actividad que llamamos “diálogos desde la pandemia” en la materia de filosofía. Y hubo diálogo con padres y madres, con abuelas, hermanas y hermanos, hermanitos con los propios alumnos, alumnas y alumnes. A través de este trabajo, pude conocerles en sus circunstancias, en sus relaciones familiares, darme cuenta cómo consiguieron su acceso al internet, del problema tan grave del desempleo, y de las mujeres que trabajan ahora el triple.
También me dejó ver cómo les estaba afectando el no poder convivir en la escuela, y la función del magisterio en la disciplina, de la cual carecían ya en su casa: “me distraigo y no está la maestra para que apague el celular o me despierte”. Afloró la evocación, la nostalgia, aunque decían que había ventajas en la educación en casa, como el no tener que madrugar para trasladarse hasta la escuela y no gastar en el traslado, estaban dispuestos a sufrir las inconveniencias con tal de encontrarse con sus compañeras, compañeros y compañeres.
Mis estudiantes reflexionaron que no habían valorado la educación presencial en la escuela. Una alumna narró que tomó fotografías a dos compañeras dormidas el último día, luego se reclamaba a sí misma que ni siquiera habían valorado su último día de clases, ni se habían despedido entre ellas, ese último día, tan marcado en nuestra memoria. En los diálogos, un alumno lloró, en agradecimiento a sus amigos por haberle apoyado durante el tiempo de escuela. Se daba cuenta que, sin sus compañeros, que siempre lo jalaban para cumplir sus tareas, no hubiera logrado terminar el bachillerato técnico. La pregunta generadora que se sugirió fue ¿cómo ha sido para las, los y les alumnes y sus familias vivir y estudiar bajo la pandemia?

Este trabajo me permitió romper la barrera de la pantalla de la computadora conectada a internet, sentir empatía; saber cómo les afectaba la pérdida de la interacción. Fue una idea generalizada el querer regresar al plantel, seguramente no sólo al aula, sino a todos sus espacios de socialización. Sin embargo, cuando se ponían a discutir cómo imaginaban la educación en un futuro inmediato, consideraban que la clase presencial no tenía retorno. Esta coyuntura me planteó empezar a resignificar mi práctica docente.
Como docente que soy, Paulo, la pandemia me hizo ver mis deficiencias tecnológicas y la falta de un espacio adecuado para el trabajo en casa. También me hizo ver y saber que la educación bancaria se profundiza con la educación a distancia. Seguimos con la educación por competencias, un modelo educativo que ahora comprendo trataba de despersonalizar el trabajo docente, reducirlo, en gran medida, a corregir errores y explicar instrucciones, y donde archivar, navegar, copiar-pegar información, es considerado educación. A un año de la pandemia la pedagogía se reduce ahora como la capacidad de saber usar aplicaciones.
Ser mujer docente, Paulo, en esta pandemia implicó, en un cambio brusco, la oportunidad de transformar, reinventar, redescubrir, repensar mi práctica docente: abrir diálogos, aprendizaje, con los pedagogos y pedagogas críticas (Maestros de Nuevo León de la CNTE, CINPECER, Otras Voces en Educación, CEIP Histórica, CSIIE, CILE, Proyecto Planeta Paz, CEAAL, Sindicatos Magisteriales en lucha de Abya Yala), con las mujeres, con los pueblos originarios, asumirme también como alumna y reconocer a los y las alumnas como educadores; lograr en clase no ser la última en hablar y la única en proponer. De antemano, sé que esto no va a cambiar el sistema educativo, pero por ahora puedo modificar una tarea escolar, vivirla como una modesta práctica liberadora. Pude ver y reflexionar la importancia que tiene el diálogo, las preguntas, la creatividad, los desafíos a los que nos invitas, querido Paulo.
Estimado Paulo, como decimos en el norte de México, tomo en cuenta las cualidades y derechos que debe tener quien pretende enseñar a partir de las enseñanzas de tus cartas, ya que no se enseña, ni se aprende, desde una neutralidad política: Defender la libertad docente, como el modo más digno de enseñar-aprender, que implica controlar los miedos a participar libremente, valientemente, y decir lo que se piensa de manera clara y precisa; hablar, pero sobre todo escuchar, o al menos lo intento. Paulo, en mi país hay muchos y muchas maestras protestando en las calles porque les han quitado sus derechos, el salario puntual, las pensiones, el despido injustificado y han salido a las calles para defender el derecho humano y social a la educación pública. Entre esas cualidades señalas el derecho a criticar con veracidad a las autoridades y funcionarios sin temor a ser castigados, responsabilizándonos de las críticas; el derecho y el deber de ser serios, coherentes, a no mentir para sobrevivir. Paulo, muy seguramente te sentirías orgulloso de estos maestros, maestras, maestres que disputan la educación a quienes pretenden privatizarla, desparecerla en prejuicio de todas, todos, todes.

Repensarte Paulo, en tu aniversario, implica dos lecturas: una a partir de tu contexto, de tu tiempo, de tu hacer, mirarte con tu ética y resistencia, tu deseo de leer y transformar el mundo. Y la segunda lectura es leerte desde el presente, desde nuestras problemáticas, desde lo que sentimos, hacemos, desde nuestras derrotas y victorias, desde lo que nos falta, para ser capaces de leer los nuevos elementos que hoy se están desarrollando. Ambas lecturas exigen ser críticas, siempre desde nuestra Abya Yala, desde la descolonización, desde el “silencio activo” y la “paciencia impaciente”, y sin leerte dogmáticamente, porque si te leemos y no superamos ideas patriarcales, eurocentristas, racistas, clasistas, dogmáticas, machistas, autoritarias, no estableceremos un auténtico diálogo contigo, maestro.
El mejor homenaje que te ofrezco es leerte desde nuestro mundo, desde la práctica en el aula, desde nuestras convicciones, desde la solidaridad con los movimientos sociales que luchan por la emancipación de los de abajo, desde los aportes de las pedagogías críticas, desde los feminismos, desde nuestro compromiso político con los pueblos originarios, y desde la lucha por la vida.
Paulo, te conocí muy joven, era una adolescente cuando mi hermana, que estaba cursando sus estudios superiores, te llevó a mi casa en “La educación como práctica de la libertad”. Desde entonces supe de ti. Cómo dio con el libro no lo sé, pero de lo que sí estoy segura es de tus afinidades éticas con las de mi hermana. Por mucho tiempo te quedaste en solitario en el librero, un hermoso librero con estantes que imaginaba de niña era un edificio donde vivían los libros de cada uno, una, une, como familias. En la universidad me di cuenta que te miraban como un objeto de la historia de la educación, pero no se atrevían a dialogar contigo. Tal vez te daría gusto saber que he conservado ese libro por más de 35 años. Tal vez ya deberías firmármelo, pero a ti esas cosas quizá no te interesan tanto.
Por hoy me despido cordialmente de ti, pero ten la seguridad que volveré a dialogar contigo porque sé que tú nunca te negaste a escuchar a los que sentían que había en ti un oído amable, atento y crítico. Sale sobrando decir que dialogar contigo se convierte en un diálogo conmigo misma y con los otres.
Hasta la próxima Carta querido Paulo.
Atentamente, Guadalupe Mauricio Hernández
Monterrey, México. 19 de octubre de 2021
- Guadalupe Mauricio es Doctora en Filosofía con Orientación en Arquitectura y Asuntos Urbanos, y docente en la Escuela Industrial y Preparatoria Técnica Pablo Livas de la UANL. guadalupemazapil@gmail.com
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Fotografía: Academicxsmty43
Fuente: https://insurgenciamagisterial.com/carta-1-a-paulo-freire/
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