Publicado: 13 enero 2022 a las 4:30 pm
Categorías: Cultura
Libro: Lecturas de Antropología Social y Cultural. La Cultura y las Culturas
Honorio M. Velasco (Compilador)
Universidad Nacional de Educación a Distancia
Madrid, 2010
Librería UNED: c/ Bravo Murillo, 38 – 28015 Madrid
Tels.: 91 398 75 60 / 73 73
e-mail: libreria@adm.uned.es
© Honorio M. Velasco Maillo, Francisco Cruces Villalobos y Ángel Díaz de Rada Brun
ISBN: 978-84-362-6081-6
Depósito legal: M. 12.642-2010
Tercera edición: septiembre de 2010
Impreso en España – Printed in Spain
Imprime y encuaderna: Closas-Orcoyen, S. L.
Polígono Igarsa. Paracuellos de Jarama (Madrid)
Introducción
«La meta de la antropología es el ensanchamiento del discurso humano».
Es esperable que formulada por un antropólogo haya de ser modesta la contribución que se atribuye a la antropología. El conocimiento de los hombres, de otros hombres, de todos los hombres sigue siendo un viejo objetivo históricamente inacabado y tal vez presuntuosamente planteado, si es que se reclama en exclusividad, pues al fin y al cabo todas las ciencias humanas, e incluso todas las ciencias en general y, naturalmente, las artes lo han adoptado igualmente como objetivo y pueden haberlo cumplido tanto o más que la antropología. Así, la ampliación del discurso humano aparece como una tarea más modesta, pero más asumible.
Es claro que la formulación de esta meta relativiza el papel de la antropología y seguramente también del resto de las ciencias humanas. Todas han contribuido y contribuyen al ensanchamiento del discurso humano. Todas, incluida la antropología, son un artefacto cultural más. En algún sentido, son una «ficción». Y aunque pueda sorprender, especialmente cuando se intenta practicar modelos «realistas» de representación, la antropología no existe más que «en libros, artículos, museos y films» (Geertz). Este libro de lecturas es
una muestra más de ello.
Libros, museos, films, etc., en la sociedad a la que pertenecemos se tienen como «cultura». Pero en este caso estos artefactos culturales tienen como pretensión representar las «culturas». Como no podría ser de otro modo, no hay otra posibilidad de tratar las «culturas» que con «cultura». Al fin y al cabo toda otra cultura se contempla desde una cultura y toda representación de otra cultura se realiza con los medios que proporciona una cultura. Esta manera de ensanchar el universo del discurso humano es una (entre varias)
tarea cultural en varios sentidos. Y además, como se verá en este libro, hecha con varias voces, no siempre acordes.
Hace tiempo que se utiliza para describir la o las tareas de la antropología la metáfora de la imagen en un espejo. No por casualidad, De Waal tituló su historia de la antropología como «Imágenes del hombre». Al cabo del tiempo ha quedado claro que ese espejo que devuelve imágenes de los hombres no es plano, sino cóncavo, convexo, fragmentado, poliédrico. Un conjunto de espejos que incita a descubrir continuamente nuevas figuras. Aunque haber proporcionado tales «imágenes del hombre» no haya sido tampoco exclusivo de
la antropología, al menos sí es específico de ella el haber subrayado permanentemente la diversidad de la existencia y de la experiencia humanas. Pretende con ello haber contribuido a que esta cultura reconozca a otras sociedades, a otras culturas, como tales, a que reconozca su diversidad sin negarles la misma condición de humanas que reclama para ella. La antropología como ciencia se ha ido instalando a medida que los arquetipos humanos se han ido disolviendo. Una tarea asociada ha sido la crítica cultural, pues el espejo de las otras culturas devuelve imágenes que cuestionan el carácter único de la imagen del hombre que esta cultura había forjado. La aceptación de la diversidad parece que obliga a replantear entre otras cosas la identidad que esta cultura atribuía a los hombres. Ciertamente la extensión del universo del dis-
curso humano ha significado una serie de transformaciones semánticas en el término «hombre», algunas de ellas relativas al propio reconocimiento en esta cultura de la plena condición de «hombre» para grupos y sectores sociales (los niños, los locos, los deficientes físicos, los marginados, etc.) históricamente apartados de ella.
Esta serie de transformaciones semánticas, a las que claro está han contribuido las ciencias sociales y humanas en su conjunto, han afectado al propio concepto de «cultura» —un concepto nuclear para la antropología—, de modo que deba atribuírsele a todo hombre por su mera condición de tal. Sin cultura, la especie humana no sería sólo animal, más bien sería monstruosa.
El discurso antropológico es un discurso relativista. Parte de su capacidad crítica reside en eso. Pero tal vez es una virtud añadida, pues en principio postula simplemente que la descripción de otras sociedades, de otras culturas, ha de discurrir en un plano de igualdad con la que se supone debería ser la descripción de la propia cultura. Implica que se asume como posibilidad que cualquier individuo humano podría pertenecer a cualquier sociedad humana, a cualquier cultura. Tratándose de un discurso generado en esta cultura, el postulado relativista enuncia no sólo o no tanto que cualquier individuo de otra cultura podría haber pertenecido a ésta, sino que cualquier individuo de esta cultura podría haber pertenecido a cualquier otra. Uno de los episodios más aleccionadores en este sentido es relatado por Hughes: «Cuando en uno de los acuerdos de paz con los indios de las seis naciones, y como signo de buena voluntad, la comisión de hombres blancos pidió a los indios que les entregaran varios niños para educarles, los indios respondieron que aceptarían si los blancos les entregaban a cambio unos cuantos niños para “hacer de ellos unos hombres”. El acuerdo se hizo, el intercambio no». Entre otras cosas el episodio también muestra que las implicaciones del postulado relativista son más que nada posibilidades teóricas.
En realidad los límites del relativismo se encuentran si acaso en la posibilidad de que una cultura, la cultura a la que se aplica, pudiera ser otra. El relativismo es en todo caso un ejercicio metodológico, una estrategia del discurso. La que da más «seriedad» a la descripción etnográfica e impide que sea un mero dibujo exótico. Aunque la diferencia entre una cosa y otra no la establezca sólo el relativismo, pues el discurso antropológico debe sujetarse a reglas similares a las de otras ciencias sociales, no podría establecerse sin él.
Las metas de la antropología han sido muchas. Inocente o culpablemente instrumentalizada como apoyo de los imperios coloniales, mantuvo sin embargo casi siempre una cierta situación incómoda para los administradores coloniales. Consciente o inconscientemente incitada por los nacionalismos, les proporcionó claves suficientes para configurar sus propias identidades culturales, pero también les obligó muchas veces a reconocer que las identidades culturales no tienen siempre la consistencia que suponen los pueblos y en ocasiones se construyen sobre la negación de otras.
Otra de las metas de la antropología puede haber sido el intento de alguna transformación social en algún contexto más o menos restringido. Alentar el cambio no necesariamente significa haberlo inducido. Ésa es una capacidad desmesurada para un discurso que muchas veces resulta aparentemente ingenuo. Tan aparentemente ingenuo como pudiera serlo el pretender haber contribuido a la comunicación y entendimiento entre los pueblos. Ingenuidades, sin embargo, posiblemente deseables.
Este libro de lecturas, como otros, muestra que otra de las metas de la antropología puede ser el enseñar. Y si lo hace es mostrando «culturas», lo que debería llevar a evitar que se siga confundiendo a esta cultura (a veces simplemente a determinados sectores de esta cultura) con la cultura.
El viejo objetivo del conocimiento de los hombres tal vez haya que reconocer que nunca es exhaustivo. Siempre se están generando nuevos conocimientos. Además, las posibilidades de los seres humanos para ser Otros tal vez nos sean aún en buena medida desconocidas.
Honorio M. VELASCO
Fuente: https://www.facebook.com/Colectivo-transdisciplinario-de-ciencias-sociales-111999233612717
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