El hombre es autoconciencia. Es autoconsciente; consciente de su realidad y de su dignidad inhumana, y en esto difiere esencialmente del animal, que no supera el nivel del simple sentimiento de sí. El hombre toma conciencia de sí en el momento en que, por «primera vez», dice: «Yo». Comprender al hombre por la comprensión de su «origen», es comprender el origen del Yo revelado por la palabra. Por tanto, el análisis del «pensamiento», de la «razón», del «entendimiento» etc., de manera general: del comportamiento cognitivo, contemplativo, pasivo de un ser o de un «sujeto cognoscente», no descubre jamás el por qué o el cómo del nacimiento de la palabra «Yo» y por consiguiente, de la autoconciencia, es decir, de la realidad humana. El hombre que contempla es «absorbido» por lo que él contempla; el «sujeto cognoscente» se «pierde» en el objeto conocido. La contemplación revela el objeto, y no el sujeto. Es el objeto, y no el sujeto el que se muestra a sí mismo en y por – o mejor aún – en tanto que acto de conocer. El hombre «absorbido» por el objeto que contempla no puede ser «vuelto hacia sí mismo» sino por un Deseo: por el deseo de comer, por ejemplo. Es el Deseo (consciente) de un ser el que constituye este ser en tanto que Yo y lo revela en tanto que tal y lo impulsa a decir: «Yo…». Es el Deseo el que transforma al Ser revelado a él mismo por él mismo en el conocimiento (verdadero), en un «objeto» revelado a un «sujeto» por un sujeto diferente del objeto y «opuesto» a él. Es en y por, o mejor aún, en tanto que «su» Deseo que el hombre se constituye y se revela -a sí mismo y a los otros- como un Yo, como el Yo esencialmente diferente del no-Yo y radicalmente opuesto a éste. El Yo (humano) es el Yo de un Deseo o del Deseo. El ser mismo del hombre, el ser autoconsciente, implica pues y presupone el Deseo. Por tanto, la realidad humana no puede constituirse y mantenerse sino en el interior de una realidad biológica, de una vida animal. Mas si el Deseo animal es la condición necesaria de la Autoconciencia, no es la condición suficiente de ella. Por sisólo ese Deseo no constituye más que el Sentimiento de sí.
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