Educación superior en Iberoamérica: ¿hacia dónde?
Por Otto Granados
En el marco de su programa “Universidad Iberoamérica 2030”, la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) promovió la elaboración del Informe diagnóstico sobre la educación superior y la ciencia post-covid 19 en Iberoamérica que recupera la información más actualizada en la materia, incorpora una visión sobre los efectos de la pandemia, ofrece algunas respuestas de política y plantea distintas recomendaciones para enfrentar —con una mirada incluyente y representativa— los nuevos desafíos académicos, tecnológicos, financieros y de gobernanza, internacionalización y movilidad para la educación superior y la ciencia en la región.
Publicado en el marco de la Conferencia Mundial de Educación Superior de la Unesco, realizada en del 18 al 20 de mayo pasados en Barcelona, España, el informe aspira a convertirse en un llamado para mejorar sustancialmente el diseño, la formulación y la ejecución de políticas públicas por parte de los ministerios de educación y los organismos internacionales especializados, con el claro objetivo de incrementar el acceso, la diversidad y la calidad de la educación superior; progresar en la pertinencia y la excelencia de la investigación; la innovación y el conocimiento que se genera y transfiere desde las instituciones de educación superior (IES) y; por consecuencia, contribuir a elevar el crecimiento, el bienestar y la productividad de todos los países. Veamos.
¿Dónde estamos?
Desde hace por lo menos treinta años, la matrícula global de educación superior ha venido creciendo de manera sistemática hasta unos 235 millones de personas y se estima que en 2040, antes de descontar el efecto de la pandemia, podría llegar a 549 millones. Siguiendo esta tendencia, Iberoamérica aumentó a 32.3 millones de estudiantes, con una tasa bruta de matrícula de 52 %, lo que quiere decir que —como región— se ha instalado ya en la fase de universalización de la educación superior. Algo similar sucede en la relación entre universidad y ciencia. El gasto en I+D (investigación y desarrollo) en proporción al PIB en Iberoamérica vino aumentando en forma constante hasta 2016, momento a partir del cual decreció, excepto en Brasil, España y Portugal. La cantidad de investigadores se ha incrementado desde 2009 un 37 % y se estima que en Iberoamérica llegan ya a un millón de personas, de las cuales un 59 % realiza sus actividades en el ámbito universitario, lo que subraya la importancia estratégica de las IES en este campo.
Ahora bien, cuando se contrasta esta fotografía con otros indicadores relevantes para analizar el impacto de la educación superior, entonces la imagen aparece más matizada. Por efecto del avance de las nuevas tecnologías, las brechas formativas y la automatización, así como del envejecimiento demográfico, el incremento de flujos migratorios y desde luego la pandemia y sus efectos sobre la economía, las trayectorias profesionales y laborales de los egresados se observan más complejas. Por ejemplo, la tasa de desocupación juvenil en América Latina y el Caribe (ALC) llegó en 2021 al 24 % y en el grupo específico de 15-24 años a casi 46 %. Por su parte, en algunos países como México, un 79 % de los jóvenes reporta dificultad para encontrar trabajo (y un 31 % de los desempleados tiene educación superior según Inegi) y a nivel global, el 69 % de los empleadores tiene problemas para cubrir vacantes. Un fenómeno análogo sucede con la producción científica de las IES. Más allá de su impacto calibrado por publicaciones en revistas científicas y en número de citas, en otros indicadores como las solicitudes de patentes, registro de marcas y diseños industriales presentadas ante la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, ALC representó sólo el 1.1 % a nivel global en 2021.
Las respuestas a esas tendencias son múltiples y pueden estar tanto por el lado de la oferta como de la demanda (o en ambos) pero una de ellas es que la “promesa del título” ya no es automática o, al menos, no para todos ni para cualquier disciplina, campo de conocimiento, institución o sector de la economía. Y probablemente una de las razones es que la estructura, orientación, calidad y duración de un programa universitario tradicional o la pertinencia de la investigación científica que se hace desde las IES, demandan pasar a un nivel más alto de exigencia para responder a las necesidades cambiantes de una economía más compleja y diversificada como la que se presenta ya en varios países iberoamericanos, o bien para contribuir a la solución de los problemas ahora llamados supercomplejos —cambio climático, ciudades, energía, igualdad de género o ciencias de la salud y la vida— como se ha establecido en los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 (ODS) de la ONU y así producir consecuencias positivas en el crecimiento real y la mejora de las condiciones de vida.
En suma, como señala el informe de la OEI, la crisis sanitaria y económica no hizo sino confirmar la mutación de un modelo y si las IES iberoamericanas quieren navegar —y, de hecho, sobrevivir— con éxito en un siglo XXI tan desafiante, la comunidad educativa entera deberá promover cambios estructurales y sistémicos profundos para insertarse y competir en la sociedad futura, que será una sociedad del conocimiento.
Las lecciones de la pandemia
Si bien se han producido, literalmente, cientos de miles de reportes, estudios científicos y artículos académicos sobre la forma en que los sistemas educativos enfrentaron la pandemia a nivel global, no hay todavía evidencia concluyente y definitiva que facilite, con información de calidad y datos duros, hacer un balance integral de sus consecuencias. Por lo que hace a la educación superior, en todo caso la crisis exhibió las carencias e inequidades previas de cada sistema. En particular, los países de Iberoamérica estuvieron desigualmente preparados ante la emergencia, pero un factor clave en la forma diferencial en que las IES la enfrentaron fue su capacidad de gestión y conducción. El informe comentado reveló la heterogeneidad institucional, lo que explica la diversidad de respuestas, en algunos casos con una rápida reacción y adaptación, mientras que en otros con demoras y hasta inmovilidad. La capacidad para gestionar el riesgo, el logro de consensos, el aprovechamiento de capacidades instaladas, la flexibilidad y, especialmente, su experiencia previa en educación virtual y la disposición de capital tecnológico, humano y de saberes, determinaron la eficacia o ineficacia y la heterogeneidad con que las IES se manejaron en la región.
El efecto de la pandemia en la operación de las IES y la capacidad de los gobiernos puso en perspectiva las fortalezas y debilidades previas así como su preparación, o falta de ella, para ofrecer una reacción oportuna y eficiente ante una crisis inédita. La conclusión, sin embargo, es simple: las IES no deben transitar hacia una nueva normalidad que sea tan deficiente como la vieja, sino entender que es una oportunidad excepcional para transformar, cambiar y mejorar la educación superior y el desarrollo de la ciencia.
Algunas ideas y recomendaciones
Como se mencionó, el informe tiene la finalidad de promover una conversación sensata y realista, pero también innovadora y visionaria sobre cómo construir un modelo mucho mejor para la educación superior y la ciencia en Iberoamérica, que responda a las diversas necesidades de los países en estas primeras décadas del siglo XXI. Las recomendaciones incluidas parten de cuatro premisas fundamentales. La primera es que el crecimiento sostenido de la economía dependerá del aumento en el valor agregado de la producción nacional y la mayor competitividad que logren los países en la generación de bienes y servicios. La segunda es que ese crecimiento impulsará y a su vez será impulsado por la transición hacia una economía basada en el conocimiento y la innovación, incorporando los avances tecnológicos para transformar la manera en que generamos riqueza, crecimiento, equidad e inclusión productiva. La tercera es que para avanzar hacia esa economía, el desarrollo de talento será el factor crítico. Y la cuarta es que la construcción de un nuevo círculo virtuoso entre educación superior, sociedad y economía dependerá de promover una disrupción en el actual modelo educativo.
De esas recomendaciones hay algunas que conviene destacar. La primera tiene que ver, como fue una conclusión generalizada en la conferencia de la Unesco, con la necesidad de reimaginar y reinventar la educación superior y quizá diseñar una Agenda de la educación superior y la ciencia en Iberoamérica 2030. Es decir, aprovechar esta era de cambios para convocar a un diálogo sincero entre autoridades educativas y universitarias, sector privado, docentes, alumnos, academia, padres de familia y sociedad civil que permita definir una nueva hoja de ruta basada en 5 “C’s”: confianza, comunicación, coordinación, cooperación y credibilidad, entre todos los actores involucrados y crear un marco apropiado para la toma de decisiones y el establecimiento de una agenda compartida.
Una segunda es trabajar en el rediseño integral del marco normativo y operativo de los sistemas de gobernanza de las IES, que faciliten un crecimiento sano y sostenible y respondan a los cambios y necesidades presentes y futuras. Se dice con humor negro que si “la sociedad tiene problemas, la universidad tiene departamentos”, entonces esta modernización debe impulsar una nueva noción de autonomía de gestión, acompañada de mayor transparencia, evaluación independiente y externa, sellos de calidad y rendición de cuentas, así como de mecanismos y procedimientos de gestión más eficientes, flexibles y ágiles para sistemas complejos como los establecidos en las IES de la región.
La tercera parte de una realidad cruda: a corto plazo, los gobiernos no destinarán recursos financieros adicionales a la educación superior y a la ciencia. Entonces ¿cómo enfrentar ese reto? El informe plantea que el diseño, la asignación y la ejecución del gasto educativo cambie, por un lado, su estructura basada en el crecimiento de la matrícula y del personal y en indicadores macroeconómicos, y, por otro lado, que incluya un conjunto de metas y resultados que se pretendan alcanzar, acordados con las IES y asociados a objetivos multianuales y concretos a partir de criterios de calidad, pertinencia, eficiencia, inclusión, equidad y alineamiento con los ODS.. Una mayor y mejor inversión en educación debe considerar la creación de incentivos para orientar recursos fiscales y privados destinados exclusivamente a la inversión de capital en I+D+i, medidos a través de estándares internacionales. Un nuevo modelo no será sostenible sin una reingeniería en el sistema de financiamiento público y privado de la educación superior y la ciencia.
Un cuarto desafío es la construcción, de manera transparente y consensuada con las IES, de una nueva generación de indicadores que ahora, además de los rubros habituales de acceso, permanencia, titulación y egreso de las IES o del factor de impacto de la investigación a partir del número de citas y publicaciones, incluyan variables como inserción y trayectoria laboral y salarial de los egresados; reducción de brechas de habilidades y competencias; generación de patentes, marcas y diseños; transferencia y aplicación de conocimiento o soluciones a problemas concretos; entre otras, que vayan gradualmente asociadas a nuevos incentivos y fórmulas de asignación de recursos presupuestales que premien a las IES con mejor desempeño en esos criterios.
Y una quinta tiene que ver con la pertinencia de impulsar con mucho mayor energía los programas cortos y la formación profesional. Es decir, tanto las IES como los gobiernos y las empresas deben estimular, mediante la ampliación y diversificación de esos programas (2-3 años), una oferta académica con mayor flexibilidad y atención a las características personales del alumno, que fomente las habilidades y competencias, reconozca la fisonomía cambiante del mundo de la economía y el empleo, incorpore microcredenciales o microcertificaciones más funcionales y responda a las necesidades de una educación a lo largo de la vida.
En suma, si Iberoamérica quiere participar de manera más potente, productiva, justa, incluyente y competitiva en la economía global debe hacerlo con una estructura más sofisticada que genere bienes y servicios de mucho mayor valor agregado, contenido tecnológico y científico y capacidad de innovación basada en el conocimiento, en la cual la educación superior, la ciencia y su espacio natural, las IES, pueden jugar un papel central. Ése es el desafío crucial y la oportunidad que este ecosistema tiene de organizar, de manera coherente, un círculo virtuoso mediante la instrumentación más eficiente de políticas clave como una educación de alta calidad, la formación de talento especializado y la generación de conocimiento no sólo para alcanzar tasas elevadas y sostenidas de crecimiento sino, sobre todo, para que éstas se sostengan en un andamiaje social, institucional, ciudadano y económico más robusto, equitativo e incluyente.
*Presidente del Consejo Asesor de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
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