El enfoque humanista en educación
Por Alfonso Torres Hernández
Los planes y programas de estudio de educación básica en construcción, plantean como uno de sus sustentos básicos, el enfoque humanista. Esta intención, como lo he apuntado anteriormente, implica una ruptura paradigmática con el enfoque basado en competencias y la racionalidad instrumental, dominante en los procesos educativos en las últimas décadas. El humanismo, en su origen se planteó como la enseñanza media y el estudio de los clásicos griegos y latinos, es decir, más como un programa educativo y literario. Esta misma intención, y por su esencia de tratamiento, transitó más adelante hacia constituirse como una corriente filosófica para dar más valor al hombre y al estudio de las humanidades. Se advierte entonces como un “sistema de creencias centrado en el principio de que las necesidades de la sensibilidad y de la inteligencia humana pueden satisfacerse sin tener que aceptar la existencia de Dios y la predicación de las religiones” (Diccionario de la Lengua Española). Se entiende entonces por humanista a todo pensamiento que pone en el primer plano de sus preocupaciones el desarrollo de las cualidades esenciales del ser humano (Rodríguez-González, Reynier, 2018).
En este sentido, pensar en un enfoque humanista para la educación mexicana, implica distanciarse del pensamiento que coloca al individuo-persona en una contribución indirecta a las cuestiones económicas, políticas y sociales de su entorno, y colocarlo en una asociación más directa con el sentido de la educación que recibe. Esto implica entonces, centrarse en la promoción de un sistema de valores, no solo individuales, sino colectivos que tenga que ver con la democracia, la justicia y la equidad como dispositivos para la atención de la marginación y vulnerabilidad social, entre otras cuestiones.
Un enfoque humanista en educación, propone la búsqueda de nuevos sentidos en la formación de los sujetos, las comunidades y la sociedad. Braslavski (1999) nos menciona que “la perspectiva humanista concibe a la historia como una construcción de los seres humanos que pugnan por ser sujetos. El sujeto es, si se quiere, un actor que construye su propio libreto y lo cambia durante su actuación. Es potencia en permanente proceso de inacabada realización y define por sí la dirección de esa realización. Asumir esta concepción implica una fuerte confianza básica en los seres humanos y una inevitable desconfianza en la preconcepción cerrada de escenarios por alcanzar, en la construcción de aparatos de imposición y de coerción, y en la demanda de aplicación de recetas elaboradas por líderes y vanguardias”.
Un enfoque humanista en educación se moviliza y construye más en la incertidumbre que en las certezas, en la construcción y deconstrucción permanente de los procesos sociales. En un ir y venir dialéctico que le permita a los sujetos un cuestionamiento de la sedimentación institucional, procesos y prácticas rutinarias. En ello, se advertirán los intereses grupales y de clases, luchas por el poder y la hegemonía, pero el sentido de colectividad y comunidad será el camino que advierta las oportunidades de cohesión e integración para el beneficio común.
Un enfoque humanista no niega su contribución al desarrollo económico, político y social, pero siempre considerando las potencialidades de cada persona en su contexto y entorno inmediato. En este tenor, es imprescindible que exista una identificación de los docentes con los sentidos y significados del nuevo plan de estudios y ello solo es posible con un proceso formativo que se distancie del sentido capacitador y se centre en el desarrollo de su pensamiento epistemológico, teórico, metodológico, pedagógico y didáctico.
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