Una hoja de ruta sin rumbo fijo
Por Alma Maldonado-Maldonado
Las conferencias mundiales son mecanismos usados por organismos internacionales como la Unesco para expandir su influencia. Al respecto, el concepto de “poder blando” ayuda a entender la manera en la que los organismos internacionales que no tienen posibilidad de establecer regímenes internacionales —u otorgar financiamientos como moneda de cambio para modificar alguna política— buscan incidir en agendas sociales, económicas, ambientales o educativas de los países miembros. En el caso de la Unesco, el organismo ha usado a las conferencias mundiales como estrategia de influencia en temas como educación artística, cuidados y educación a la infancia temprana y educación sustentable. Un componente importante de las conferencias es la publicación de una declaración mundial final que fije la posición de la conferencia y los temas de la agenda futura.
El pasado 18 de mayo se efectuó la Tercera Conferencia Mundial de Educación Superior de la Unesco en Barcelona, España. Por primera ocasión, la conferencia tuvo lugar en una ciudad diferente a París y fuera de la sede de la Unesco. Esta conferencia se llevó a cabo trece años después de la segunda efectuada en 2009, mientras que la primera se llevó a cabo en 1998. Como resultado de estas dos conferencias se dieron a conocer declaraciones mundiales, cuyos impactos fueron distintos, aunque quizás la primera tuvo mayor influencia por la novedad que implicó.
En la más reciente conferencia —la tercera—, la Unesco decidió no presentar una declaración mundial como cierre, sino una “hoja de ruta”. En este sentido, es importante discutir el papel de una declaración mundial y su influencia. Cabe la pregunta ¿hasta qué punto los documentos firmados por los organismos internacionales —entre ellos las declaraciones mundiales— representan pura retórica y tienen cero impacto? En algunos campos, las declaraciones tienen más influencia, como el de la sustentabilidad y la salud. Como lo señalan algunos autores, las declaraciones mundiales sobre sustentabilidad han tenido algunas ramificaciones financieras, políticas y sociales en las instituciones de educación superior. Otros sugieren que estas declaraciones deben ser entendidas no en el corto plazo pero sí como futuros marcos de acción o, inclusive, como algunos tipos de marcos de obligaciones éticas (tanto para instituciones como para Estados miembros).
En el caso de la educación superior, las cosas no son tan claras. La Primera Declaración Mundial fue importante en tanto que resumió algunos aspectos clave que sucedieron en la educación superior de entonces (a finales de los años noventa). Dicha declaración fue utilizada como referencia y ampliamente citada por gobiernos y expertos en el campo. Además, ponía énfasis en temas como el financiamiento, la equidad, el acceso, la producción de conocimiento e incorporaba algunos temas “nuevos” a la agenda de la educación superior como el acceso de mujeres en la educación superior o la fuga de cerebros en países en desarrollo.
La Segunda Declaración Mundial enfatizó algunos de los temas más comunes que conciernen al sector de educación superior, añadiendo otros como la situación de la educación superior en África; el papel de la educación en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, en particular para las mujeres, y la internacionalización de la educación superior. Fue una declaración retomada fundamentalmente por los interesados en el campo y los especialistas.
Ambas declaraciones son escritas con la formalidad esperada y solemnidad que acompaña este tipo de documentos. Las declaraciones son firmadas por todas las personas participantes y llaman a la acción en diferentes escalas. En el caso que nos ocupa, la Hoja de ruta de la Tercera Conferencia presenta una serie de tópicos sobre el sector. Sin embargo, a diferencia de las dos anteriores, no se llevaron a cabo conferencias regionales —sólo América Latina logró hacer una— de las que se desprendiera una agenda regional, lo que le restó pluralidad y consenso al ejercicio. El último día de la conferencia, cuando la Hoja de ruta fue presentada, algunas manos se levantaron para expresar opiniones, o quizás desacuerdos, por la falta de consulta del documento; sin embargo, ninguna de estas preguntas fue tomada por quien presidía la sesión y la conferencia se dio por concluida.
Uno de los nuevos temas incorporados en la Hoja de ruta fue, obviamente, el impacto de la pandemia, pero también aspectos como la crisis ambiental del planeta. La Hoja incluye frases que habrían resultado muy problemáticas si hubiera sido un documento oficial de la Unesco —una declaración mundial—, como en su momento sucedió, y fue descrito, con la idea de definir a la educación superior como un “bien público” en la segunda declaración. Estados Unidos no habría aceptado el lenguaje utilizado en la Hoja de ruta; sin embargo, desde 2017 ese país no forma parte de la Unesco dada la inclusión de Palestina a partir de 2011. Su salida representa una afectación financiera para el organismo y disminuye el peso político de la organización.
La Hoja de ruta
Algunas publicaciones previas de la Unesco sirvieron de base para este documento, entre ellas: Knowledge-driven actions: Transforming higher education for global sustainability, Reimagining our futures together; A new social contract for educationyRecommendation on Open Science; la Convención mundial sobre el reconocimiento de las cualificaciones relativas a la educación superior y las publicaciones relacionadas con los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) son también referidas. La Unesco nunca parte de cero.
La Hoja de ruta inicia con una discusión sobre el estado convulsionado del mundo debido a temas como el cambio climático, los conflictos armados, la migración forzada de refugiados, el crecimiento de la desigualdad, el declive del valor de la democracia en el mundo y los efectos de la pandemia. Posteriormente, presenta la visión de la Unesco sobre el sector de la educación superior. Luego, “los principios para compartir el futuro” y la sugerencia de reinventar la educación superior. Finalmente, la Hoja propone puntos de acción que requieren implementarse. A continuación, se señalan cinco ejes temáticos que se identifican a lo largo del documento.
1. Democratización del acceso de la educación superior
El artículo 26.1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos señala que: “El acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos”. No obstante, la forma de reducir las desigualdades entre quienes logran acceder a este nivel educativo y los que no, es un reto más actual que nunca. La Hoja de ruta hace un buen trabajo en enfrentar las críticas recientes sobre el mérito y toma una posición firme sobre la idea de que la educación superior es una parte integral del derecho a la educación y un bien público. Si ésta fuera una declaración universal, el enunciado hubiera sido controvertido. Sin duda, el problema sobre el acceso es cómo lograr una forma más justa, tema que no está claro en el documento ni en el debate internacional. Aunque la Hoja sugiere construir sistemas sustentables de educación superior que respondan a los nuevos retos demográficos y las demandas sociales actuales, se queda corta en sugerir estrategias concretas. Las acciones han sido y siguen siendo una de las principales limitaciones de la Unesco.
2. La importancia de la Convención Global sobre Reconocimiento de Cualificaciones
A diferencia del tema del acceso, la Convención Global que fue unánimemente adoptada por la Conferencia General de la Unesco —en su cuadragésima sesión del 25 de noviembre de 2019— conlleva una propuesta concreta de acción. La Convención ha sido confirmada por dieciséis países (de un total de 193) y requiere de cuatro más para lograr su confirmación. Si logra juntar ese número se daría un paso positivo en ese sentido. Se trata de una respuesta al tema de movilidad, de opciones educativas para refugiados y una forma para reconocer el aprendizaje de las y los estudiantes. Sin embargo, a pesar del entusiasmo que existe en algunos sectores por la iniciativa y la manera como se presenta, no está claro si logrará concretarse.
3. Educación superior más flexible y dirigida hacia el fortalecimiento de la educación a lo largo de la vida
Esta transformación incluye la incorporación de perspectivas interdisciplinarias y transdisciplinarias en la educación superior. La Hoja de ruta enfatiza la relevancia de las experiencias a lo largo de la vida como una nueva misión de la educación superior, como una respuesta al hecho de que la demografía de los países está cambiando y las poblaciones que acceden a la educación superior se alejan de la idea tradicional de estudiante: entre 18 y 22 años, solteros y solteras y de tiempo completo. Se requiere considerar que la educación superior debe ofrecer una formación que integre todas las experiencias de aprendizaje (incluyendo integridad, valores y ética). Se insiste en que la educación no puede enfocarse únicamente a la adquisición de habilidades profesionales.
4. Reconocimiento del papel de la investigación, la innovación y la producción de conocimiento
La Hoja de ruta no sólo reconoce la relevancia de la producción de conocimiento sino también el papel que tiene la tecnología y sus avances. Su uso, especialmente a raíz de la pandemia, parece haber llegado para quedarse. La Hoja toma como punto de partida al documento sobre Ciencia abierta y su énfasis en la importancia de que el conocimiento sea accesible, disponible y utilizable por todas las personas como uno de los mejores mecanismos para responder a los retos actuales (entre los cuales se encuentra la pandemia). Esta postura es consistente con la idea de que la educación superior debe ser socialmente responsable. Además, el documento es enfático acerca del papel que tiene la innovación, aunque desafortunadamente se queda corto en discutir la reducción presupuestal que este sector —y el de educación superior— han tenido recientemente. La propuesta de que cada país busque la mejor manera de solucionar este problema es una sugerencia demasiado vaga para atender el problema del impulso de capacidades científicas, sobre todo para países en desarrollo como México.
5. La prevalencia de la cooperación internacional sobre la competencia internacional
La Hoja de ruta insiste en que el llamado “sur global” debe buscar la construcción de cooperación. De hecho, uno de los principios del documento tiene que ver con “reimaginar nuestro futuros juntos”, que busca alcanzar la excelencia a través de la cooperación en lugar de la competencia. Privilegiar la cooperación sobre la competencia es un buen mensaje, desafortunadamente los países y las instituciones compiten, se acepte o no. Encontrar el balance entre cooperación y competencia es problemático.
Reflexión final
Más que una señal de apertura, presentar una “hoja de ruta” en lugar de una declaración mundial —tratándose de alejar del tradicional modelo de muchos organismos internacionales de “una receta para todos”— puede entenderse como una muestra de debilidad del liderazgo de la Unesco, en tanto que no es un documento que cuente con el apoyo de los países miembros, ni tampoco logra exponer un posicionamiento claro y contundente. La Hoja de ruta no es innovadora en su contenido. Es, en cambio, un documento que presenta un buen resumen sobre los debates importantes en el campo de la educación superior de la actualidad; también es un mapa efectivo que nos ayuda a ubicarnos en las actuales discusiones y temas controversiales (una especie de “usted está aquí”), pero no ofrece las coordenadas necesarias para guiar a algún lado. La ausencia de metas concretas y la falta de apoyo para iniciativas previas no dejan mucho espacio para considerar la Hoja como un instrumento efectivo para crear una educación superior restaurada, reinventada, mejor integrada y mejorada, que es lo que dice buscar.
Alma Maldonado-Maldonado
Investigadora del Departamento de Investigaciones Educativas del Cinvestav y editora de Distancia por tiempos, blog de educación de nexos.
Ilustración: Izak Peón
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