Posmodernidad y Poder Económico: El desafío docente del siglo XXI
Por: Jocksan Japhet de la Cruz Bautista.
Educador veracruzano.
Introducción
Hablar de desafíos en pleno siglo XXI, es hablar de posmodernidad como categoría sociocultural, económica y política, por ende, el campo educativo no puede deslindarse de dicha categoría al momento de intentar comprender los fenómenos sociales y educativos. Ante tal argumento, el presente ensayo tiene como propósito que usted, estimado lector, identifique uno de los principales desafíos que tenemos los docentes a partir de nuestro acontecer en un mundo dominado por la condición posmoderna.
De esta manera, conviene abordar primeramente ¿Cómo se interpreta la posmodernidad y cuál es su incidencia en la docencia? Para posteriormente cuestionarnos ¿Cuál es el desafío que impone la condición posmoderna de los docentes asalariados en los primeros años del siglo XXI? Pese a que existen más desafíos expuestos por algunos autores como Zygmunt Bauman, es necesario mencionar que, debido a la naturaleza y los requerimientos de extensión para el presente ensayo, solo me remitiré a trabajar en profundidad el aspecto económico de la docencia como profesión de Estado en el periodo de la posmodernidad.
Para la realización de este ensayo de carácter argumentativo, se realizó un ejercicio de investigación previo, que se basó en el diseño, implementación y valoración de una encuesta con preguntas abiertas, mismas en las que se cuidó la confidencialidad de los perfiles y datos personales. Cabe agregar que este instrumento estuvo dirigido a recabar datos cualitativos en los que pude detectar coincidencias en la narrativa de las diferentes personas encuestadas, para posteriormente realizar un ejercicio de análisis y triangulación con los referentes teóricos de la bibliografía citada a lo largo del documento.
Probablemente el contenido del documento que usted tiene en sus manos, no tenga una utilidad pragmática para recabar conceptualizaciones muy elaboradas o apreciaciones científicas de carácter explicativo, pero lo que si permite, es aportar una mirada interpretativa al quehacer docente desde una óptica distinta, en la que el trabajo docente, más allá de reducirla al ámbito de la enseñanza en un sentido tecnocrático, constituye un ejercicio de realización personal en una sociedad cada vez más dominada por los cambios acelerados a gran escala, y en la que urgen actos de reflexión y pensamiento crítico, por ende, el contenido del presente ensayo le será útil a cualquier interesado en escudriñar el ámbito de la profesión docente y los desafíos en materia salarial que tiene ante la educación posmoderna.
En un primer momento del ensayo, se dedica un espacio específico para abordar un posible significado de lo que representa la posmodernidad y lo que algunos intelectuales retoman de esta categoría para desarrollar sus investigaciones, así como la relación que hay entre estas ideas y el desempeño de la práctica docente. Posteriormente, en un segundo apartado del desarrollo, se brindan algunos párrafos para tratar la cuestión del poder económico como un detonante de desafíos que enfrentan los docentes que desarrollan su práctica en una sociedad posmoderna.
Aunque los argumentos tratados en este documento académico no son un análisis exhaustivo, si se procura un desarrollo profundo al abordar algunos aspectos relacionados con el capitalismo y las nuevas formas de explotación laboral que los docentes sufrimos al vernos enfrentados con la tendencia del hiperconsumo y la producción económica en el mundo contemporáneo. Queda mucho por decir, sin embargo, las bases están sentadas para invitar a los posibles lectores de este ensayo, a que contribuyan al debate y a la posterior construcción de más ideas que revitalicen el entendimiento de la cuestión posmoderna y su relación con el ámbito de la educación y el trabajo docente.
Posmodernidad y poder económico: el desafío docente del siglo XXI
El ritmo de vida no es un proceso regular y previsible, sino que se mueve constantemente a partir de redes fluctuantes de acción social, las cuales producen una realidad no predecible y por lo tanto difícil de comprender. Paradójicamente este hecho nos lleva a veces, a creer que nuestras sociedades son inalterables debido a la finitud de nuestra existencia y a la incapacidad de aprehender todo lo que acontece a nuestro alrededor, esta situación ontológica nos coloca en una realidad dominada por el sentido común, lo cual genera la idea de que las cosas siempre han sido así y que no se pueden cambiar. Sin embargo, con la observación detallada y la reflexión sistemática podemos llegar comprender algo más profundo, por ejemplo, que nuestra propia experiencia continuamente se encuentra sujeta a cambios en su estructura y esencia, pero no como un proceso predeterminado y pasivo, sino también como condición humana de autonomía relativa.
Además, este proceso no es privativo solo de algunas esferas específicas como la educativa, económica, cultural o política, sino de la totalidad de nuestra existencia, incluso cabe decir que pese a lo real que aparentan ser algunas creaciones humanas, que preservan sus características inmutables a través del tiempo[1], lo cierto es que al observar detenidamente a nuestro alrededor y al interactuar reflexivamente con diversos dispositivos[2] o al convivir con distintos sujetos, es posible llegar a percibir la presencia de cambios sustanciales, germinados súbitamente en las manifestaciones simbólicas de la humanidad, sobre todo en los procesos sociales en que se gesta el mundo de vida de los sujetos.
Este proceso de cambio puede ser conceptualizado de diversas formas; sin embargo, en el presente ensayo la noción de cambio está sustentada en el andamiaje epistemológico brindado por aquello que diversos intelectuales definen como postmodernidad según Lyotard, o posmodernidad en su caso por Lipovetsky, Bauman o Giroux. Ya que sus posibilidades teóricas ante la búsqueda de sentido, la convierten en una opción metodológica acorde a la interpretación propuesta en este ensayo académico. Por encima de las diferentes aristas que cada uno de los pensadores e intelectuales argumenta sobre la posmodernidad, existen puntos de encuentro que aquí retomé para interpretar los cambios acontecidos en nuestras sociedades, principalmente aquellos que se relacionan con la práctica docente.
1.- Posmodernidad y docencia
Mientras que para algunos intelectuales la cuestión central de la postmodernidad es la legitimación del saber y la desconfianza en los grandes relatos, para otros lo es el cambio de valores concretado en el consumo y la personalización de los distintos ámbitos de la sociedad contemporánea; así mismo existen autores que definen a la posmodernidad como una condición social centrada en el pluralismo, la diversidad, la casualidad y la ambivalencia, pero también existen personajes como Giroux, que se avocan a plantear la posmodernidad como una oportunidad para cuestionar la forma en que se moviliza el poder en términos culturales, principalmente cuando cuestionan ¿Cómo se usan las imágenes a escala nacional y local en la posmodernidad?
Otro aspecto fundamental para caracterizar a la posmodernidad son sus manifestaciones[3] en el ámbito educativo, económico, político y organizacional, por ello, los cambios macro estructurales que se generan como consecuencia de su injerencia social, tienen que ver inherentemente con nuestras vidas, reflejándose en nuestras familias, nuestros trabajos, nuestros pasatiempos y en diversas áreas de nuestra sociedad; al respecto (LIPOVETSKY, 2000, pág. 113) propone en La era del vacío que
…El posmodernismo es el proceso y el momento histórico en que se opera ese cambio de tendencia en provecho del proceso de personalización, el cual no cesa de conquistar nuevas esferas: la educación, la enseñanza, el tiempo libre, el deporte, la moda, las relaciones humanas y sexuales, la información, los horarios, el trabajo, siendo este sector, con mucho, el más refractario al proceso en curso…
Pero más allá de la ubicación temporal y centrando la atención en los ámbitos educativos que atraviesa la posmodernidad, es necesario entender que en la actualidad tanto las instituciones como el currículum y los sujetos que se dedican a la docencia, se encuentran inmersos en un proceso de cambio constante[4] y aunque no se puede hablar de modificaciones aisladas o fragmentadas asépticamente, en el presente ensayo, la atención se enfocó analíticamente hacia el trabajo docente que se ejerce al interior de sus instituciones de enseñanza, lo cual permitió conceptualizar que existe una condición posmoderna susceptible de ser estudiada en el discurso y la práctica de todos los profesores.
No obstante, pese a que la posmodernidad no se gestó inicialmente como una forma de entender los fenómenos sociales y educativos de Latinoamérica (LYOTARD, 2012, pág. 11) y exclusivamente de México[5], lo cierto es que sus condiciones epistémicas permiten instalarse en la narrativa de este ensayo como un marco referencial para comprender los desafíos que enfrentamos los docentes en la actualidad, pues uno de sus argumentos se refiere a la muerte de los grandes relatos, que de forma resumida por Lyotard se refieren al Cristianismo, el Marxismo, el Capitalismo y el Iluminismo. Estos meta-relatos, en palabras de Lyotard, se retomaron como base analítica y comparativa de otros relatos, pero en un plano micro-estructural de testimonios de docentes, los cuales fueron recabados a través de encuestas con preguntas abiertas.
2.- Poder, capital y crisis psicológica en la docencia
En todas las encuestas recabadas, encontré testimonios que coincidieron tajantemente en los retos que implican practicar una profesión que se encuentra marcada profundamente por un salario que no es digno y que incluso define a la docencia como una profesión con “…poco valor que desde épocas de antaño los gobiernos en el poder han suprimido a través de los sindicatos…”[6] y cuya característica es que los docentes “…damos más tiempo del que nos pagan, somos todólogos”[7] y nuestro trabajo en resumidas cuentas “…implica más tiempo del que pasamos en las aulas de manera presencial…”[8], lo cual lleva a muchos compañeros maestros a “…buscar otro trabajo para poder solventar sus gastos en la familia…”[9]
Es necesario mencionar que los docentes que se encuentran bajo una condición laboral, similar a la de los docentes encuestados, sienten las repercusiones del desafío propuesto por un sistema social y escolar que solo se enfoca en producir y ampliar el capital económico, lo cual tarde o temprano desemboca en un estado de crisis psicológica que afecta definitivamente la estabilidad de las personas que ejercen la enseñanza como profesión. Esta crisis es palpable en el acontecer diario de muchos profesores, que sin duda reconocen la presencia del capital económico como factor determinante al interior del ámbito escolar, y suelen percibir su realidad desde el sentido común, pero al mismo tiempo, se mantienen lejos de una interpretación profunda sobre la incidencia del capital económico, como una condición social que permea la consciencia de los individuos, pero como fuente de deseo y auto explotación.
Como resultado de este conflicto de interpretación, el presente ensayo parte del supuesto de que existen profesores, que desconocen en profundidad la sutileza con la cual incide el poder económico en su vida y en la dinámica de las escuelas, y que a pesar de la existencia de un sentimiento generalizado de malestar ante la crisis económica en el ámbito educativo, el reconocimiento del poder económico suele quedar en un primer plano, sin dejar claras posibilidades a los profesores para actuar críticamente e impulsar trasformaciones de fondo en su propia práctica.
Al analizar detenidamente las encuestas realizadas, y al cruzar dichas interpretaciones con algunos referentes bibliográficos, así como también al participar en la discusión académica en un seminario de Filosofía de la educación en el tránsito a la posmodernidad, el panorama de comprensión se fue ampliando, y los hallazgos fueron surgiendo progresivamente para la construcción de este ensayo, en la que el poder económico constituye una categoría central para entender lo que vive un docente cuando “…tiende buscar otro trabajo para poder solventar sus gastos en la familia…”[10]
Primeramente se efectuó un esfuerzo por dilucidar el concepto de poder, dentro de la vivencia de los docentes, pero no solo como fuerza que se ejerce desde el aparato de Estado, o como ejercicio de dominación macro social que envuelve globalmente las relaciones de los hombres en el mundo (primera línea interpretativa), sino como una fuerza micro social que coexiste y que no solo nos reprime con medidas disciplinarias y con una imposición evidente, sino que también nos aprisiona sutilmente en aquello que Foucault señala como un moderno panóptico social, conformado por redes sociales y medios de comunicación masiva, como fuente de deseo y seducción constante, que también genera cambios productivos y que se establecen como inercias positivas para provocar un tipo de saber específico en la sociedad, donde los portadores del poder, somos los propios sujetos que recibimos los efectos disciplinarios de dicho poder.
Gracias a este sentido derivado inicialmente de las precisiones de Foucault y realimentado en la actualidad por filósofos nihilistas como Byung-Chul Han, el poder se entiende en el presente escrito como una potencia que se mantiene vinculada al deseo de la realización personal, pero como resultado de una interacción regulada por la circulación del capital económico en el trabajo del docente, donde el sujeto se reestructura a sí mismo en un sentido contradictorio, al interactuar con este micropoder en su discurso y en la práctica, bajo la intención de acumular capital económico, a cambio de entregar el bienestar de su propia subjetividad, en palabras de (HAN, 2012, pág. 19): “…Al nuevo tipo de hombre, indefenso y desprotegido frente al exceso de positividad, le falta toda soberanía. El hombre depresivo es aquel animal laborans que se explota a así mismo, a saber: voluntariamente, sin coacción externa, Él es, al mismo tiempo, verdugo y víctima…”.
En esta relación entre trabajo docente, sujeto y capital económico, es donde reside el poder, cuya realización personal es el resultado de una exaltación por el deseo de alcanzar un estatus a través de la vía económica, de mejorar la calidad de vida (Ser más), pero solo a partir de la mejora material (Tener más): optimizando la vivienda, alimentación y otras tantas necesidades básicas para el sustento de la familia; que en definitiva otorgan al trabajador un equilibrio emocional momentáneo y lo identifican con un sentido de superación social y económica, pero a cambio del híper-rendimiento físico e intelectual, traducido en estrés, en angustia, en incertidumbre, y bajo una combinación de efectos en términos positivos (producción del saber) y auto represión; con sensaciones de malestar, pero mitigados por la seducción de una intermitente estabilidad financiera.
A partir de este supuesto, fue vital recuperar los planteamientos de (FOUCAULT, 1979, págs. 106-107), sobre todo para entender que
Si el poder no tuviese por función más que reprimir, si no trabajase más que según el modo de la censura, de la exclusión, de los obstáculos, de la represión, a la manera de un gran superego, si no se ejerciese más que de una forma negativa, sería muy frágil. Si es fuerte, es debido a que produce efectos positivos a nivel del deseo —esto comienza a saberse— y también a nivel del saber. El poder, lejos de estorbar al saber, lo produce.
Lo cierto es que más allá de hacer encajar la posmodernidad y al poder económico como modelo categórico para la comprobación de hipótesis, la intención de este ensayo fue proponer un marco interpretativo para entender que uno de los retos que los docentes tenemos que enfrentar en nuestra vida profesional, es la lucha contra el poder económico que reside en nuestra labor docente como personal asalariado, ante tal situación, queda claro que es urgente e importante el hecho de reconocer la existencia de un relato económico y post-capitalista que atraviesa nuestra profesión docente, y que además se impone como obstáculo a vencer cotidianamente, por los sujetos que dedicamos gran parte de nuestra vida a la digna labor de enseñar en una sociedad posmoderna y subordinada al poder económico.
Basándome en esta idea quiero concluir este ensayo, citando una de las características que representaba a los intelectuales de la Escuela de Frankfurt y que constituye el espíritu de crítica hacia el poder económico como instrumento de dominio para las clases proletarias en las que se incluye a la docencia, en esta característica queda claro la
…vinculación al marxismo. Sin embargo, su marxismo tiene otras raíces más profundas, pues no sólo interpretaron la realidad a través del prisma de la teoría de las clases, sino que estaban comprometidos con la clase oprimida y, en particular, con las propiedades potencialmente progresivas y liberadoras del proletariado. Y lo que es más importante, estaban empeñados en promover la lucha de clases… (FRIEDMAN, 2015)
De esta forma, lo que se propone para cerrar este ensayo, es incitar al magisterio a retomar esa conciencia de clase, pero para auto cuestionar nuestro ejercicio profesional como educadores, como servidores públicos, como asalariados y como trabajadores sindicalizados que respondemos a la ola de cambios constantes en plena posmodernidad, solo así lograremos cambiar la pregunta ¿qué puedo hacer para definir quién soy yo? Para transitar a un cuestionamiento más profundo que nos lleve a entender ¿quién soy yo para definir qué puedo hacer?
Conclusiones
A manera de reflexión, es conveniente exponer algunas de las conclusiones construidas a partir del desarrollo de este ensayo, primeramente es importante aclarar que la posmodernidad es una categoría insoslayable de la docencia, esto debido a que dicha profesión tiene un carácter eminentemente social, por tal motivo, pensar e interpretar el quehacer de la enseñanza fuera de esta categoría de análisis, implicaría caer en un reduccionismo de la práctica educativa que desempeñamos diariamente en nuestras escuelas, en la que aparte de ser enseñantes, también somos trabajadores, cuya fuerza productiva es intercambiada a partir de la percepción de un salario que dista mucho de ser digno.
Esta situación influye en la conformación de una educación posmoderna que se encuentra en constante cambio y que cada día ofrece menos certidumbre en el ámbito laboral para los docentes, además de que la muerte de grandes relatos (aludiendo a Lyotard), implica una pérdida de sentido para muchos docentes que nos vemos en la necesidad de entregar cuerpo y alma a una labor que se nota cada vez menos remunerada y reconocida socialmente.
Por su parte, esta explotación ha ido cambiando gradualmente con el paso de los años debido a que los sistemas económicos de producción, también han ido cambiando, pasando de modos de producción feudal a modos de producción post capitalista cada vez más cambiantes y voraces con la subjetividad de los trabajadores, en la que el poder económico ha evolucionado a tal grado, de que ya no existe un agente externo que explota al hombre a cambio de un incentivo, sino que es el propio sujeto quien se convierte en su propio verdugo al auto-explotarse sin una coacción externa visible, es decir, cada vez más el profesorado busca otros trabajos para subsanar las necesidades económicas surgidas a partir del afán por “tener más” para “ser más”. En pocas palabras, el docente pasa convertirse en un “animal laborans” que se explota a sí mismo.
Como resultado de esta situación, la profesión docente sufre una aguda desprofesionalización ante la condición social de la postmodernidad debido a la permeabilidad del capitalismo renovado en la práctica educativa, donde el sujeto se constituye como un homo faber, compuesto de autodisciplinamiento, cuya labor ha perdido su espíritu creativo y se ha entregado a la dinámica de híper-rendimiento. De esta manera el desafío actual es superar esta visión del sujeto docente como asalariado, que se encuentra aprisionado por un moderno panóptico social con medidas empresariales que sitúan a la práctica docente en un intersticio ambiguo. Ante tal argumento surgen nuevas dudas que llevan a la necesidad (o más bien necedad) de cuestionar ¿si la docencia es realmente una profesión en el amplio sentido de la palabra? Y si no es así ¿qué se debe hacer para lograr una verdadera profesionalización?
Ante tal fenómeno, la mejor alternativa para la transformación, es sin duda alguna, la participación consensuada en procesos de formación filosófica, donde el individuo dedicado a la docencia, perciba su trabajo como producto histórico de una lucha constante para la re-significación de su trabajo, pero no como una forma simbólica predeterminada o asignada por destino, sino como creación incesante en constante transformación.
Referencias
FOUCAULT, M. (2002). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI.
FRIEDMAN, G. (2015). La filosofía política de la escuela de Frankfurt. México. Fondo de cultura económica, 1986. En: antología «Filosofía de la educación en el tránsito a la posmodernidad». México, Rafael Lucio, Ver.: Compilado por CRES «Paulo Freire».
HAN, B.-CH. (2012). La sociedad del cansancio. Barcelona: HERDER.
LIPOVETSKY, G. (2000). La era del vacío. Barcelona: Anagrama.
LYOTARD, J. F. (2012). La condición postmoderna. Madrid: Cátedra.
[1] Estas creaciones pueden ser de índole artístico como los murales o las pinturas de exhibición, así mismo perduran en forma relativa algunos objetos o instrumentos conservados gracias al trabajo arqueológico. También podría decirse que con el paso del tiempo algunos rituales y costumbres se han mantenido ajenos a cambios sustanciales principalmente en los grupos sociales más autóctonos.
[2] El término dispositivos alude a los medios masivos de comunicación, digitales y no digitales que pasan por una interpretación individual y desembocan en una aprehensión colectiva.
[3] Derivado de la categoría Posmodernidad, se encuentra una conceptualización de sus manifestaciones en distintas áreas de la vida social, la cual se define como posmodernismo, inicialmente usado para referirse a una peculiar forma de manifestación artística.
[4] Una muestra de este proceso de cambio se puede estudiar un amplio espectro de modificaciones que en materia educativa se han venido haciendo en los últimos años, desde programas de estudio, planes, sistemas de formación, perspectivas, enfoques, conceptos e incluso formas de evaluación o sistemas de organización escolares, tanto en medios urbanos como rurales, situación que ha repercutido no solo en los marcos normativos o la reglamentación oficial sino también en la praxis de las personas, sus valores, sus voliciones y deseos.
[5] Lyotard retoma a la condición postmoderna como una condición social de las sociedades más desarrolladas; pero por encima de esta concepción, también existen ejemplos de cómo se ha retomado la categoría teórica de la postmodernidad en el contexto latinoamericano, tales expresiones pueden encontrarse en los estudios realizados por Rosa Nidia Buenfil Burgos o Roberto Follari.
[6] Recorte empírico retomado de la encuesta número 3
[7] Recorte empírico retomado de la encuesta número 5
[8] Recorte empírico retomado de la encuesta número 4
[9] Recorte empírico retomado de la encuesta número 1
[10] Recorte empírico retomado de la encuesta número 1
Fuente: https://insurgenciamagisterial.com/posmoderna-y-poder-economico-el-desafio-docente-del-siglo-xxi/
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