Las emociones y la escuela: género y vulnerabilidad
Por Antonio Villalpando y Katia Carranza
Equidad y Regreso es un proyecto único en su tipo en México. Se trata de una línea de investigación sobre el bienestar socioemocional y los aprendizajes de niños, niñas y jóvenes (NNJ) que en Mexicanos Primero hemos trabajado desde mayo de 2021, con varias salidas a medios durante ese año y 2022. La investigación consistió en aplicar un cuestionario a 2000 niños, niñas y jóvenes de diez a quince años, así como a personas adultas presentes en el hogar. El cuestionario se aplicó en Campeche y Yucatán en dos momentos: en mayo y diciembre de 2021. A finales del primer trimestre de 2023 presentaremos un nuevo producto de esta investigación, que corresponde a la segunda fase de los avances. La serie “Las emociones y la escuela” —que comienza con este artículo— es parte de un conjunto de piezas de divulgación sobre temas específicos. Su finalidad es abonar al diálogo sobre la urgente tarea de hablar del bienestar socioemocional de NNJ al reconocer que es un componente esencial de su derecho a aprender, pero también un componente que forma parte de una emergencia que, al menos en el sistema educativo nacional, no ha concluido.
El caso de las niñas
Uno de los factores que más influye en el bienestar socioemocional es el género. Pese a que cuatro de cada cinco suicidios son cometidos por hombres, las mujeres son más afectadas por trastornos de salud mental como la depresión y son quienes manifiestan con más frecuencia conductas suicidas. La diferencia estriba en que los hombres no suelen buscar ayuda debido a que son estigmatizados y a que la gestión de las emociones es algo que no se les enseña, mientras que las mujeres tienen a su disposición rutas cultural e institucionalmente más directas hacia el apoyo de personas cercanas o de servicios profesionales. Si bien esto podría parecer favorable para las mujeres de alguna forma, el trasfondo no lo es: estas formas de atención existen por la amplia gama de agresiones, enfermedades y eventos biográficos que amenazan el bienestar socioemocional o la existencia misma de las mujeres.
Sin embargo, cuando hablamos de niñas, niños y jóvenes, la historia es diferente. En Estados Unidos se ha encontrado que en la transición de la primaria a la secundaria las niñas perciben un declive importante en el apoyo que reciben de amistades cercanas y de la propia escuela, mientras que los niños interpretan la transición como un problema de dificultad académica. Esta tendencia contradice el lugar común sobre las mujeres y su mayor facilidad relativa para buscar apoyo. Aunque parezca que sobra decirlo, es muy importante recalcar que lo que es cierto para las mujeres no es necesariamente cierto para las niñas. Es preciso no perder de vista este supuesto cuando se habla de bienestar socioemocional en las escuelas.
En el caso de México, los datos del estudio Equidad y Regreso confirman los dichos de las investigaciones sobre el fenómeno en el sistema educativo estadunidense. De acuerdo con un cuestionario que se aplicó a niños, niñas y jóvenes de 10 a 15 años residentes de los estados de Campeche y Yucatán, las niñas expresan —en mayor proporción— pensamientos de lejanía con los demás alumnos. Mientras que un 9.6 % de los niños señaló que no tiene amigos, en las niñas esta proporción fue de un 16.2 %; mientras que 2 % de los varones expresan “nadie me quiere”, esta proporción es de un 3.1% en las niñas. Las más afectadas en ambos casos son las niñas de entre 13 y 14 años, precisamente las edades posteriores a la transición de la primaria a la secundaria.
Algo similar se puede decir de la ansiedad. Varios estudios detallan que existe alta comorbilidad entre la ansiedad y la depresión en niños, niñas y jóvenes, es decir, que la presencia de uno de estos trastornos de salud mental a menudo desencadena, posibilita o predice el otro. Los mecanismos mediante los cuales se produce esta relación son complejos y variados; sin embargo, si tomamos por buena la palabra de las psicólogas y los psicólogos, es válido afirmar que poner atención a los indicios de depresión en las niñas —como esos pensamientos de soledad y lejanía— va de la mano con prestar atención a los indicios de ansiedad.
Aunque lo detallamos con precisión en el producto de investigación que presentaremos este año, sirvan estas líneas para crear expectativa: uno de los hallazgos más relevantes de la investigación es que, si tomamos en cuenta la proporción de NNJ que refieren algún grado de ansiedad —sea generalizada o por separación— versus quienes manifiestan no sufrirla, en diez de diez indicadores las niñas son las más afectadas. Pese a que nuestros hallazgos no son parte de una práctica clínica, creemos que pueden iluminar la política pública para atender el bienestar socioemocional de niños, niñas y jóvenes, especialmente en tiempos pospandemia.
La vulnerabilidad y el derecho a aprender
Una vez que se ha identificado que las niñas son más vulnerables a presentar indicios de depresión, así como a sufrir —en mayor medida— algún grado o tipo de ansiedad que los hombres, es necesario prestar atención a acciones de su vida cotidiana y que, sin la información necesaria, podrían considerarse como falta de atención, rebeldía o cambios de conducta debido a su desarrollo, como pueden ser los cambios hormonales, situaciones que afectarán de manera directa su aprendizaje. Dentro de estas acciones se encuentran problemas del lenguaje, falta de autoestima, tristeza, irritabilidad, falta de deseos de jugar y de socializar con otros.
Caraveo y Martínez identificaron tres síndromes sugerentes de salud mental en la población infantil: 1) síndromes de exteriorización, que son los relativos al trastorno por déficit de atención, a la conducta oposicionista, al trastorno de conducta y a la conducta explosiva como rasgo exacerbado; 2) síndromes de interiorización, que se refieren específicamente a las manifestaciones de ansiedad y depresión; 3) otros síndromes, entre los que se incluyeron los problemas del lenguaje, probables manifestaciones epilépticas, conducta explosiva con posible daño cerebral y enuresis. También señalaron que la acumulación de situaciones adversas favorece el deterioro de la salud mental, como es el abuso, la violencia, alguna enfermedad mental de parte de los padres, el descuido en la crianza, enfermedades físicas, trastorno por abuso de sustancias y conductas delictivas, así como el divorcio de los padres y una situación económica adversa. Si tomamos en cuenta que son las niñas quienes están mayormente expuestas a este tipo de circunstancias, la vulnerabilidad que experimenta su bienestar socioemocional es mayor y, por ende, se ve afectado de manera directa su derecho a aprender.
Para ayudar a mitigar estas situaciones sociales, familiares, culturales y personales, existe evidencia que muestra que los programas sobre el aprendizaje socioemocional son un factor importante para los resultados escolares, ya que ayudan a mejorar las habilidades sociales y emocionales de los estudiantes; modifican las actitudes sobre sí mismos y sobre los demás; fomentan el sentido de pertenencia escolar; aumentan las conductas prosociales y disminuyen los problemas internalizados y externalizados. Está demostrado que estos programas sobre el aprendizaje socioemocional se asociaron con un aumento significativo en el rendimiento académico de los estudiantes de hasta 11 a 17 puntos porcentuales, lo que demuestra que cuidar el bienestar socioemocional es fundamental para el ejercicio del derecho a aprender. Sin duda, las niñas deben ser una población prioritaria en las escuelas para ser parte de estos programas de bienestar socioemocional y con ello disminuir la vulnerabilidad a la que están expuestas.
Conclusión
Los planteamientos realizados anteriormente nos han permitido reflexionar sobre el bienestar socioemocional de las niñas y jóvenes, así como de las situaciones a las que se enfrentan todos los días, las cuales tienen un impacto directo o indirecto en sus emociones y sentimientos y, por lo tanto, en su aprendizaje. Demostramos que, a pesar de que existe una red de apoyo institucional para las mujeres, no necesariamente sucede lo mismo para las niñas, específicamente en edades donde requieren más empatía, comprensión, acompañamiento y escucha de parte de sus pares y de los adultos cercanos; si queremos disminuir la atención que reciben las mujeres adultas, debemos centrarnos en la atención y cuidado de las niñas y jóvenes.
Asimismo, es necesario poner atención a los indicios de depresión en las niñas, como son los pensamientos de soledad y lejanía e identificar indicios de ansiedad; no se deben justificar los cambios de humor, la tristeza, el llanto, el desinterés o la irritabilidad con procesos normales del desarrollo. Se requiere un involucramiento de los padres y madres, de las maestras y los maestros, las y los directivos escolares y de todos los adultos cercanos a las niñas para indagar qué es lo que está sucediendo en realidad y actuar en consecuencia; así como generar estrategias de apoyo a las escuelas, como puede ser la inclusión de psicólogos educativos para que estos temas sean abordados por profesionales.
Para lograr lo anterior, es indispensable que existan programas de bienestar socioemocional en las escuelas o políticas públicas educativas que identifiquen y reconozcan la vulnerabilidad de las niñas y comprendan que, si no están bien y no se sienten bien, su derecho a aprender no está garantizado; por el contrario, tanto el estado como la sociedad les estará fallando a estas niñas y jóvenes y las consecuencias en su vida futura pueden ser devastadoras.
Antonio Villalpando
Investigador en Mexicanos Primero
Katia Carranza
Investigadora en Mexicanos Primero
Ilustración: Víctor Solís
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