Este pilar se refiere a las destrezas, habilidades prácticas y metodologías de las que disponemos para poner nuestro saber en práctica. Saber hacer significa tener la capacidad de ser flexibles y buscar entre nuestros conocimientos aquellos que mejor nos ayuden a lograr el resultado esperado en la circunstancia presente.
Saber ser
La teoría y la práctica en conjunto pueden volvernos muy capaces en campos particulares, pero por sí mismos no orientan nuestras acciones hacia lo que es correcto para nosotros mismos y para los demás. Saber ser significa tener una brújula moral de actitudes y valores que ponen nuestros conocimientos al servicio de nuestro plan de vida y de la comunidad.
Por ejemplo, una persona con grandes conocimientos en modelos de negocio financiero puede usar sus capacidades para enriquecer solo a unos pocos, o para generar una mejoría de las condiciones crediticias entre personas vulnerables.
Saber estar
“Estar” es un término que hace referencia a “estar en sociedad” o “estar en comunidad”. Saber estar significa poder navegar adecuadamente en un contexto intersubjetivo en el cual no estamos solos y hay que tomar en cuenta las necesidades y la intencionalidad de los demás.
Retomando el ejemplo anterior, un especialista financiero puede desarrollar un modelo de negocio apto para el desarrollo comunitario, pero para poder llevarlo a cabo tiene que “saber estar” entre diferentes intereses y encontrar maneras de comunicar y negociar atractivas para los posibles inversores y socios.
¿Por qué es importante la educación basada en competencias para la universidad?
Tradicionalmente, el énfasis para el desarrollo de competencias para la vida se ha puesto en la educación básica, en un esfuerzo por formar desde la infancia futuros ciudadanos comprometidos con su comunidad y con más habilidades interpersonales para la sana convivencia.
Desafortunadamente, las competencias para la vida no han sido consideradas prioritarias en la educación superior y esto ha provocado que miles de egresados no sepan cómo vincular los conocimientos teóricos y técnicos que aprenden en la formación universitaria con su desempeño integral como seres humanos. Muchas veces tampoco saben cómo adaptar lo que saben a un entorno siempre cambiante y que evoluciona vertiginosamente.
Sin embargo, cuando un alumno universitario egresa con competencias para la vida de nivel superior y no solo competencias profesionales, en primer lugar estamos incrementando sus probabilidades de integrarse rápidamente al mercado laboral, aprovechando las oportunidades mejor pagadas.
Obviamente, esto es un factor diferencial que vuelve muy atractiva a una institución universitaria, pero las ventajas de la educación por competencias van más allá del beneficio económico personal, ya que nos permite fomentar la construcción de un mundo mejor para todos a partir de la mayor competitividad económica, social y cultural de los países.
¿Cómo desarrollar más y mejores competencias para la vida?
Las competencias para la vida, como su nombre lo indica, acompañan y enriquecen al individuo a lo largo de todo su ciclo vital. Además de ser de carácter ontológico, son transversales e intersubjetivas.
Esto quiere decir que son necesarias para tener una vida plena y alcanzar el bienestar, independientemente de si nos desempeñamos como médicos, contadores o artistas plásticos. Además, su impacto atraviesa a la sociedad en general y no solo al individuo.
Por ello, la filosofía de la transversalidad educativa es una excelente herramienta metodológica para impulsar el desarrollo de estas habilidades en nuestra universidad, ya que nos ayuda a formar profesionales mejor preparados para aprovechar todo su potencial individual, pero siempre al servicio del mejoramiento de su comunidad.
Para desarrollar estas competencias de vida, los docentes deben enfrentar a los alumnos con problemas o situaciones reales y relevantes, que demanden participación activa, y aprendizaje cooperativo, así como aplicación práctica y creativa de la teoría y los conocimientos.
¿Cuáles son las competencias para la vida que debemos fomentar en la universidad?
Cada institución enfrenta retos y contextos particulares, pero, a nivel general, algunas de las competencias para la vida que realmente pueden marcar una diferencia sociocultural y económica positiva son:
1. Responsabilidad social
Incluye aspectos tan amplios como la participación ciudadana, la tolerancia, el respeto, la equidad y el cuidado del medio ambiente. La responsabilidad social nos ayuda a comprender en un sentido amplio cuál es el impacto de todas y cada una de nuestras acciones en la sociedad en la que vivimos, tanto a nivel profesional como personal.
Para que exista responsabilidad social, es importante que los alumnos puedan adoptar una postura crítica basada en información adecuada y valores, y que conozcan cuáles son los mecanismos de acción de los que disponen para desarrollar buenas prácticas y contrarrestar prácticas sociales o medioambientalmente nocivas.
Por ejemplo, para inculcar la responsabilidad social en nuestros alumnos de ingeniería alimentaria, tendríamos que garantizar que conocen los efectos negativos que ciertas prácticas en su industria tienen sobre la salud de los consumidores y sobre la sustentabilidad, y generar propuestas viables para cambiar estas realidades una vez que egresen y sean ellos quienes tomen decisiones críticas.
2. Pensamiento crítico
Sin pensamiento crítico, la responsabilidad social fácilmente puede convertirse en un paradigma anacrónico que ya no responde a las verdaderas necesidades individuales, sociales y medioambientales del contexto.
La capacidad de reflexionar en un sentido amplio sobre las causas de los problemas, así como el significado de nuestras decisiones, creencias y narrativas, nos permite adoptar nuevas posturas y corregir el rumbo cuando así sea necesario.
El pensamiento crítico demanda una gran capacidad de adaptación y de salir de nuestra zona de confort cognitiva y emocional. Por ejemplo, para enseñar pensamiento crítico a nuestros alumnos de derecho, podríamos darles la oportunidad de poner en duda la validez de los fundamentos legales que le dan soporte a instituciones sociales como la familia, la democracia o la ciudadanía, y que generalmente solo se aprenden, sin cuestionarse ni analizarse.
3. Innovación
La mayoría de las personas interpretan la innovación como algo que depende exclusivamente de los investigadores y los inventores, y no se dan la oportunidad de buscar formas más creativas y eficientes de resolver problemas de la vida cotidiana, sencillamente porque no se sienten capaces de hacerlo.
Cuando le planteamos retos a nuestros alumnos que los obliguen a descubrir y poner en práctica su capacidad de innovar, los formamos para que sean personas capaces de gestionar sus propias soluciones con autonomía y trabajo en equipo.
Por ejemplo, podríamos pedirle a nuestros alumnos de Química que piensen en un método para potabilizar el agua más asequible que el que actualmente se utiliza en una comunidad rural, usando los recursos disponibles en la zona. Así, les estamos dando un objetivo para el cual aún no hay una única respuesta, lo que moviliza su creatividad y capacidad de investigar e innovar.
4. Autorregulación
La autorregulación no solo abarca el plano emocional, también el terreno de la motivación intrínseca, el sentido de vida que le damos a nuestro trabajo y las acciones de autocuidado que tomamos para mantenernos en equilibrio.
La capacidad de autorregularnos incrementa nuestra productividad en el trabajo, pero no al punto en que corremos el riesgo de padecer burnout o dejar de lado otros aspectos esenciales de la vida, como la convivencia social, la apreciación artística, la espiritualidad y el sano esparcimiento.
Una formación universitaria que incluya competencias para la vida también debe honrar y promover la capacidad de las personas de administrar sus tiempos, plantearse sus propias metas y tomar decisiones basadas en todos los aspectos de su bienestar personal, no solo el económico.
En Pearson queremos que los alumnos de tu institución superior sean más competitivos, pero también que cuenten con un amplio abanico de herramientas para la vida que los lleve a sentirse más plenos y a colaborar para una mejor sociedad.
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Referencias
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San Martin R. (2000). La formación en competencias: El desafío de la educación superior en Iberoamérica. Revista Iberoamericana de Educación, s/d, pp.1-8.
Comisión Europea. (2011, noviembre 13). Educación y formación, 2010. Competencias clave para un aprendizaje a lo largo de la vida. Un marco de referencia europeo. Dirección General de Educación y Cultura / Comisión Europea. Recuperado de http://www.educastur.princast.es/info/calidad/ indicadores/doc/comision_europea.pdf
UNESCO. (2005). Una educación de calidad para todos los jóvenes. Reflexiones y contribuciones en el marco de la 47ª Conferencia Internacional de Educación de la UNESCO. Recuperado de http://www.ibe.unesco.org/fileadmin/user_upload/archive/Publications/free_publications/educ_qualite_esp.pdf