“(h)amor gordo” desentraña las violencias que atraviesan los cuerpos no normativos
Escritura situada desde la “corporalidad” para denunciar el “gordo odio” es la propuesta ideada por la historiadora Tatiana Romero, de la mano de la editorial Continta Me Tienes, para desentrañar las violencias que atraviesan los cuerpos gordos y el consecuente odio interiorizado.
“(h)amor gordo” es un compendio de ensayos que desde el activismo gordo reúne diez textos de autoras que escriben desde el cuerpo para “construir potencia política” y deconstruir el odio hacia las propias carnes.
Romero (Ciudad de México, 1984), coordinadora del libro y autora de uno de los textos, declara a Efeminista que prefiere hablar de gordo odio más que de gordofobia. “Las fobias son algo irracional y el odio es algo muy consciente. La gordofobia se refiere a que nos dan miedo los cuerpos gordos porque no queremos ser esos cuerpos. El gordo odio es justamente lo que se vive: las agresiones y la violencia constante”, asevera.
La también investigadora independiente asocia el privilegio de los cuerpos delgados con “la libertad que tienen estos de moverse en el espacio”. Y denuncia, por el contrario, que “el transporte público no está hecho para corporalidades gordas” o que “muchas veces las personas gordas están precarizadas porque no se les da trabajo por su apariencia física”.
“Los traumas corporales se heredan”
Romero afirma en el libro que “la belleza es colonial: blanca, delgada y burguesa”. De familia de migrantes económicos vascos a México por parte materna, nacida y criada allí, aunque hace ya casi veinte años que se instaló en Madrid, la autora rompió con la blanquitud y la delgadez de su línea genealógica materna.
“No solo tienes que ser delgada, también tienes que ser blanca. Si tu cuerpo es gordo, eres racializada, migrante y bollera estás completamente en los márgenes”, declara.
En “(h)amor gordo” relata así cómo su madre y su abuela, mujeres que “cultivaban su belleza”, determinaron lo que para ella se convirtió en lo bello y en el ideal de belleza “como meta única a alcanzar para ser feliz”.
“Nuestras madres y abuelas también han sufrido gordofóbia o violencia estética en el caso de que fuesen delgadas. Todas las mujeres, por el hecho de ser cuerpos feminizados, sufren violencia estética. El patriarcado funciona así, se reproduce constantemente. Esta violencia se va transmitiendo de madres a hijas y los traumas corporales se heredan de generación en generación”, denuncia Romero, quien lamenta que no se hable lo suficiente de estos temas.
Asimismo, la también colaboradora de la revista feminista “Pikara Magazine” aboga por cuestionar el deseo, que influido por el “capitalismo corporal y erótico nos lleva a desear el canon, el universal. Lo que para el pensamiento moderno es lo deseable”. Y mira también hacia el interior de su comunidad, la queer, en la que como señala, “el deseo está todavía normalizado por la androginia y todas las que no entramos ahí estamos expulsadas de los márgenes del deseo”.
Romero se desnuda en su texto al desvelar que los suyos propios han estado condicionados por la normatividad de los márgenes.
“Me vendo a mí misma la idea de que al gustarme la masculinidad femenina es lógico que sean delgadas, con pocas tetas y vientres planos, obviando por completo la existencia de butches gordas y toda la diversidad corporal que hay dentro de lo butch“, escribe.
Cuerpos violentados por el sistema sanitario
Por su parte, Marta Plaza (Madrid, 1980), quien se autodefine como activista loca y feminista, aporta en su texto la vivencia en primera persona de cómo “la psiquiatrización impacta en nuestros cuerpos, los agrede y violenta”.
“El volumen es una denuncia de la gordofobia con mirada interseccional. Y esa mirada abierta ha permitido que mi capítulo comparta espacio con tantas compañeras”, comparte Plaza a Efeminista.
En su texto crítica la falta de libertad y autonomía de las personas psiquiatrizadas por la “presunción de peligrosidad que las estadísticas desmienten” y que, como apunta, “permite violencias como que no presentarse a una cita o a una inyección acabe con una ambulancia en tu domicilio para llevarte a un ingreso”.
“No recibe la misma violencia de la institución médica una mujer psiquiatrizada que una que no lo ha sido. Tu voz deja de ser escuchada en tanto que para el resto la locura nos sitúa en lo irracional”, asegura.
Y agrega que se trata de “un proceso de luz de gas continuo, institucional e instalado en un imaginario social para el que mandarnos a terapia es la solución universal para todo”.
Efectos secundarios corporales
Marta Plaza también denuncia que a las personas psiquiatrizadas no se les informa de los efectos secundarios que tienen los medicamentos en el cuerpo porque no se les considera “personas con derecho a tomar sus propias decisiones sobre su tratamiento”. “Creen que nuestras dificultades nos dejan sin capacidad para tomar decisiones responsables”, asevera.
De hecho, la medicación le ha llevado a Plaza a experimentar subidas de peso, algo frente a lo que, “a menudo, en consulta se nos repite que somos vagas, perezosas, holgazanas, que dormimos demasiado y que comemos descontroladamente”, sin reparar en que pueda ser un efecto secundario, escribe en “(h)amor gordo”.
Asimismo, confiesa que “sin el trabajo colectivo de la politización del gordo odio, que ayuda a sostener mejor esos comentarios, la primera sensación puede ser de muchísima frustración y culpa. Puedes llegar a asumir su discurso de que el cambio de peso solo está relacionado con tu estilo de vida”.
“En mi caso, cuando en otro momento el cambio de peso corporal fue a la baja, lo que hicieron fue crear una alarma e intentar convencerme de que tenía algún problema de salud oculto que me estaba haciendo perder peso y que urgía encontrar programándome toda clase de pruebas médicas innecesarias. Un sinsentido y un derroche de recursos para no reconocer que la medicación podía tener el papel que obviamente tenía, como acabó consignando en un informe otro especialista tras meses de pruebas, consultas y vigilancia de mi dieta”.
“El amor propio solo es posible en colectivo”
Romero celebra la buena recepción que está teniendo el libro y que cada vez haya más activistas gordas que allanen el camino y contribuyan a crear referentes gordos que luchen contra gordo odio y la gordofobia interiorizada.
Hasta ahora, a pesar de que “los cuerpos gordos ocupamos mucho espacio, hemos sido simbólicamente invisibles”, señala. No obstante, la historiadora puntualiza que este no es un libro de BodyPositive (positividad corporal), sino que de activismo gordo, porque “el amor propio solo es posible en colectivo”, sostiene.
“No soy capaz de decirle a una mujer gorda ‘quiérete a ti misma’ mientras por la calle te gritan ‘gorda de mierda’. No puedes pedir a personas violentadas y machacadas por la sociedad que se quieran cuando la sociedad las odia”, añade.
Plaza y Romero coinciden en la necesidad de “crear redes” y “compartir vivencias” para que “la vida se vuelva más vivible frente a las violencias constantes”. “Solas nos podemos, con amigas sí”, apunta Romero.
Por su parte, Plaza también reivindica superar la “visión (y división) irreal cuerpo-mente” como paso imprescindible para avanzar en las corporalidades diversas.
Irantzu Varela, Lucrecia Masson, Alicia Santurde, Enrique Aparicio, el colectivo Komando Gordix, Tess Hache, Gabriela Contreras y Liz Misterio son las autoras de los otros textos que conforman el número ocho de la colección “(h)amor” de la editorial Continta Me Tienes.
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