Asíntotas, originalidad y plagio en la literatura

Publicado: 29 septiembre 2023 a las 10:00 pm

Categorías: Arte y Cultura / Literatura

Por Louise Mereles Gras

¿Es posible hablar de originales y copias en la literatura? ¿Se puede plagiar un libro que no se ha leído? ¿Es la originalidad un ideal indispensable para la literatura? A raíz de su lectura de Un texto en camino de Javier Jiménez Belmonte, la autora de este ensayo indaga en el concepto de plagio y relata algunas entrañables anécdotas de la historia de la literatura para reflexionar sobre estas preguntas y sus múltiples respuestas.

Para 1969, Julio Cortázar llevaba dieciocho años viviendo en París, donde trabajaba en su novela El libro de Manuel. Le gustaba escribir en el hoy extinto café Old Navy del Boulevard Saint-Germain y en la Biblioteca del Arsenal, para aprovechar la calefacción. Uno de sus lugares favoritos para pasear era la Galerie Vivienne, pasaje parisino en donde decía poder sentir la presencia del Conde de Lautréamont y el espíritu del París de finales del siglo XIX.

Una tarde de ese año, el azar alcanzó a Cortázar en la capital francesa. En la librería que frecuentaba, L’Amérique Latine, Paco —el librero— le puso en las manos una obra que le alteraría el rumbo. “Me acaba de llegar por barco, es el premio Marcha, tengo un solo ejemplar, se lo guardé a usted”, le dijo. Se trataba de El libro de mis primos, la primera novela de Cristina Peri Rossi. Marcha era el semanario uruguayo que el librero le guardaba siempre a Cortázar, y en el que, a 10 954 kilómetros de distancia desde Montevideo, colaboraba la escritora.

Cortázar se llevó el libro a casa y esa misma noche empezó a leerlo “entre el humo de la pipa y un disco de Ray Charles que sonaba como los dioses”. Para su sorpresa, conforme fue avanzando empezó a descubrir que, de alguna manera, El libro de Manuel en el que estaba trabajando era el mismo libro que Peri Rossi ya había escrito. Sin dudarlo, se sentó a redactarle una carta:

de manera que si yo quería seguir escribiendo esa novela iba a tener que reescribirla, cambiar muchas cosas, lo cual me daba un poco de rabia, todo sea dicho, pero más que rabia me parecía fascinante que vos en Montevideo y yo en París tuviéramos la misma idea […] así que antes de tirar a la chimenea el libro que estaba escribiendo decidí escribirte esta carta.

Lo que Cortázar no sabía es que la escritora uruguaya llevaba un año exiliada en Barcelona, donde la alcanzó la carta reexpedida desde Montevideo por Hugo Alfaro, secretario de Marcha. Gracias a esta misiva, Cortázar y Peri Rossi se conocieron y sostuvieron, en la última década de la vida del escritor argentino, una relación “llena de complicidades, de humor y de amor, de literatura y de seducción entre dos ciudades” que Peri Rossi comparte en un libro al que he vuelto decenas de veces y que la editorial independiente uruguaya Estuario Editora publicó en 2014: Julio Cortázar y Cris.

El libro de Manuel vio la luz en 1973 y recibió en Francia el Prix Médicis, aunque la crítica y el público no fueron tan clementes con el que fue el libro más político de Cortázar. El escritor donó los derechos de la obra a la ayuda de los presos políticos en Argentina.

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–Lo mismo o algo parecido dice Montaigne en sus Ensayos –le reprocha alguien al escucharlo lanzar una sentencia moralizante.

–¿Y qué? —protesta Luder—. Eso sólo demuestra que los clásicos siguen plagiándonos desde la tumba.

—Julio Ramón Ribeyro, Dichos de Luder

Poco más de medio siglo después de la coincidencia entre Cortázar y Peri Rossi, durante unos meses imbuidos de extrañeza por la pandemia, el escritor y académico español Javier Jiménez Belmonte, pasaba un semestre sabático en Querétaro. Además de ser profesor de literatura española desde 2002 en la Universidad de Fordham en Nueva York y de haber publicado varios libros, resultado de sus investigaciones académicas, en ese preciso momento, Jiménez Belmonte se encontraba en calidad de novelista primerizo, esperando la respuesta de una editorial sevillana a la que había enviado su manuscrito.

Tras meses de expectación, sintió por fin una “felicidad tangible” por la buena nueva de la publicación de su novela Desentierro. Pero de pronto, el azar desvió el curso de las cosas. Durante una visita a la tristemente extinta librería La Comezón —que también tenía un librero preciso y generoso como Paco en París—, Jiménez Belmonte tomó de la mesa de novedades Una niña en camino, volumen de cuentos del brasileño Raduan Nassar. Tras leer la contraportada, el pánico lo invadió. Compró el libro y, como Cortázar, se fue a leerlo.

Y sí, las historias y ambientes de Desentierro y Una niña en camino se acercaban cada vez más, como lo describe casi en modo de novela de suspense Jiménez Belmonte. Los libros conformaban una asíntota literaria; es decir, como lo explica la geometría, la función de una recta que conforme se prolonga de manera indefinida, tiende a acercarse a una curva, sin alcanzar a tocarla. Felizmente, de este caso de fascinante coincidencia entre Belmonte y Nassar nació un tercer libro: el ensayo narrativo Un texto en camino (Gris Tormenta, 2022), “una reflexión sobre lo auténtico y lo original en la literatura contemporánea”.

En esta conversación de Jiménez Belmonte consigo mismo, la palabra “inquietante” surge en varias ocasiones. Es un reflejo de la efervescencia mental que el proceso de la escritura desató en él al sentarse a darle vida a este libro, “uno de plagios, desazón y fe vacilante en la escritura”. En este ensayo, el autor nos permite caminar a su lado, compartir sus dudas, acompañarlo en sus tribulaciones para llegar, casi al final, a una conclusión.

Sí, Un texto en camino aborda cómo “nadie puede aspirar a la originalidad absoluta”, pero va más allá de lo auténtico en la literatura. Encierra muchos otros libros. Al recorrer sus 115 páginas te olvidas de la originalidad, de los “plagios”, de libros que se parecen unos a otros, encontrados por casualidad en una librería que ya no existe y te encuentras, de repente, sumergido, empapado en una nostalgia de la mejor estirpe.

En el núcleo emotivo del libro, Jiménez Belmonte narra su regreso, físico y en el tiempo, a la casa materna, a su cuarto de infancia. Comparte su reencuentro con su madre, para un poco más tarde llevarnos a un encuentro —¿con quién más?— con Proust: es uno de los mejores pasajes, acerca de cómo la vida se mete en nuestras lecturas para forjar recuerdos. Ese ambiente de añoranza se adentra en los huesos. No me lo esperaba, pero esa nostalgia tan bien circunscrita por Jiménez Belmonte se quedó conmigo varios días como una especie de neblina.

Otras cosas allende la originalidad literaria son: un prólogo-espejo, que devuelve luz al texto principal, como los que a menudo acompañan a los libros de Gris Tormenta, esta vez a cargo de Gonzalo Maier; los poemas y libros de Yves Bonnefoy, Olivia Laing y Derek Jarman que configuran el cielo literario de Jiménez Belmonte como constelaciones para iluminar su pensamiento; una definición de masoquismo que le da un nuevo significado a la palabra, y una carta de Octavio Paz a Josefina Vicens.

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Eco. Es lo que ha tenido en fechas recientes la palabra “plagio”. Sobre todo en la arena política, terreno al que no entraremos aquí. Esta reflexión se mantendrá, como menciona Valeria Mata en Plagie copie manipule robe reescriba este libro, en terrenos literarios. En ese ensayo cuyo título es un grito de guerra, la antropóloga y escritora mexicana toca todas las bases (¿Adorno, Deleuze, Barthes? Sí, sí, sí) y recorre de modo puntilloso los pormenores sobre plagios, préstamos, reescrituras, originalidad, propiedad privada, autorías fantasmas, bricolage y mucho más.

La autoría de este hermoso volumen impreso en una Heidelberg plana por Impronta Casa Editora se atribuye a “No solamente Valeria Mata”, un guiño al proceso colaborativo de la escritura que establece desde la portada el tono y tónica del libro. Traigo el texto de Mata a colación por su habilidad para establecer un terreno de juego y poder entablar una discusión razonable e informada sobre esta cuestión de los “plagios”. “Lo importante no son las filiaciones sino las alianzas y las aleaciones; ni tampoco las herencias o las descendencias sino los contagios, las epidemias, el viento”. En esta frase de Gilles Deleuze, epígrafe de uno de los capítulos del libro de Mata, se tocan las preocupaciones tanto de Plagie copie manipule robe reescriba este libro como de Un texto en camino: es necesario matizar la discusión y decir que ambos libros hablan más bien de “contagios” y no tanto de plagios del tipo doloso.

Ninguna obra o texto surgen de la nada, pues la creatividad no se limita a la ‘creación’ de algo nuevo, desde cero y sin influencias”, dice Mata sobre el tema de la originalidad que califica como una exigencia relativamente moderna. “Como nos recuerdan Jean-Luc Nancy o Cristina Rivera Garza la escritura es una práctica del ‘estar-en-común’”.

Y hablando de estar-en-común, ya que Julio Ramón Ribeyro lo trajo a cuenta a través de su escritor ficticio Luder, Michel de Montaigne lo explica de manera breve en sus ensayos: “No cito a los demás sino para mejor expresarme a mí mismo”. En relación con esto, en 1999 Héctor Bianciotti, miembro de la Academia francesa, dio una conferencia titulada La originalidad en la literatura, en la que menciona que en los Ensayos de Montaigne hay 53 citas, de Cicerón a Séneca, pero que también hay una sospechosa similitud —no acreditada— en el capítulo en el que evoca la muerte de su amigo Étienne de la Boétie con un capítulo de las Confesiones de San Agustín. Sin embargo, Bianciotti, al cuestionar el escrúpulo de la originalidad, concluye gracias a una anécdota de Borges —¡siempre Borges!—, que un escritor destila palabras tomadas de sus lecturas y las dispone a su modo, enriqueciendo la literatura.

¿No sería mejor pensar en la escritura como un acto colectivo en el que autores, editores y lectores conversamos y compartimos ideas para ir ampliando los horizontes juntos? En el prólogo del libro Por qué escribo—Hay Festival—, Jacobo Zanella, quien editó el libro junto a Mauricio Sánchez, dice que “quizá podríamos pensar en la literatura como una acción de escritura continua que, desde la antigüedad hasta el día de esta lectura, ensaya sobre las necesidades humanas y las unicidades de la existencia”. Estaríamos hablando entonces de la literatura como algo crónico y jubilosamente asintótico.

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Para regresar a Un texto en camino, después de ser testigo de sus desdoblamientos, no podría decir con seguridad si en el libro la cuestión de la originalidad sería la muñeca más chica de un juego de matrioskas, el corazón, o si es la muñeca más grande que contiene a las demás. Eso le tocará descubrirlo a cada lector. Tal vez quien tenga el libro en sus manos empiece buscando el tema de la originalidad y termine encontrando otra cosa. O desde un inicio busque sólo llegar a la médula de la cuestión sobre si ser original en literatura es posible. Esta es una de las virtudes del texto, te deja elegir tu propio camino.

Coincidencias, plagios involuntarios, asíntotas literarias y libros siameses habrá muchos. Si volvemos a las preguntas de Un texto en camino: ¿se puede plagiar un texto que no se ha leído, que se desconoce? ¿Puede un libro esconder a otro sin saberlo? Finalmente, ¿todo esto importa? Tal vez lo más sabio ante estos cuestionamientos sea ponerse en manos de Cortázar: “El azar hace muy bien las cosas en la historia, lo hace mucho mejor que la lógica”. Y sí, gracias al azar Cortázar y Peri Rossi se conocieron dejando su impronta uno en el otro y nosotros ganamos un libro de Jiménez Belmonte que pone en el centro del debate la naturaleza misma de la escritura.

Ilustración: Belén García Monroy

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Asíntotas, originalidad y plagio en la literatura